La coreografía del absurdo en la guerra perpetua
En un sublime despliegue de previsibilidad trágica, el oráculo máximo de la procuración de justicia en Coahuila, el señor Fiscal Federico Fernández, ha anunciado con la solemnidad de un meteorólogo que anuncia lluvia en temporada de huracanes, un nuevo episodio de la comedia armada al norte del estado. El elenco, compuesto por dos policías estatales que ahora lucen heridas como medallas de una guerra no declarada, recibió su bautizo de plomo. El botín de esta función, digno de un mercado de pulgas beligerante, incluye artefactos para la persuasión a distancia y un carruaje metálico abandonado.
Con la puntualidad de un reloj suizo del apocalipsis, este es el tercer ensayo general del caos en un lapso de setenta y dos horas en el mismo escenario. En la madrugada del sábado, durante una rutinaria inspección de paisajes desolados en una vereda del municipio de Hidalgo, nuestros protagonistas uniformados se encontraron con una caravana cuyos ocupantes, faltos de modales, optaron por un saludo a base de proyectiles. “Se inicia una cacería humana por parte de las autoridades, hay una invitación al baile con fuego hacia las fuerzas estatales, producto de esta cordial bienvenida lamentablemente se decoran a dos servidores públicos”, coreografió el señor Fernández.
Uno de los intérpretes de esta danza recibió adornos en el rostro, merecedor de un traslado por los aires en un carruaje alado de urgencia hacia la capital, Saltillo. Su compañero, con una nueva abertura en una de sus extremidades, disfruta de la hospitalidad en un nosocomio local. Las fuentes oficiales aseguran que ambos artistas se encuentran fuera del abismo, para tranquilidad de un público que ya se acostumbró a estos dramas.
El narrador de esta epopeya añadió que se han confiscado tres tubos extensos de la muerte y cápsulas de fulminación utilizadas, junto con la camioneta que los prófugos gentilmente donaron al estado. Curiosamente, el vehículo es un clónico del utilizado en la función del jueves pasado, sugiriendo una alarmante falta de creatividad en el parque vehicular del hampa.
Con lógica impecable, Fernández esgrimió que estos tres actos, dos el jueves y uno el sábado, han tenido la delicadeza de desarrollarse lejos de los centros urbanos, gracias a los esfuerzos de contemplación preventiva en las fronteras con otros estados. “Sin esa estratagema, estos sucesos podrían estar ocurriendo en una plaza principal”, declaró el fiscal, revelando la brillante política de exportar la violencia a terrenos baldíos para que no mancille el asfalto de la civilización.
Para concluir el parte, recitó el mantra sagrado: en Coahuila, la fórmula mágica para mantener la paz de los cementerios es el consorcio burocrático con las huestes del poder central, el Ejército y la Marina. “No se baja la guardia en los temas de seguridad, 365 días al año, 24 siete”, proclamó, describiendo sin querer una eterna vigilia en un sanatorio donde los pacientes han secuestrado el manicomio.