En el gran teatro portuario de Mazatlán, los siempre victoriosos actores de la Secretaría de Marina protagonizaron su función semanal. El guion, ya conocido por todo el público, incluía el emocionante descubrimiento de un tractocamión acoplado que, oh sorpresa, escondía en sus entrañas un doble fondo. ¡Qué ingeniosa y novedosa artimaña! Quién lo hubiera pensado.
La función, meticulosamente coreografiada, contó con el reparto estelar de la Unidad Naval de Protección Portuaria, equipados con su prodigioso equipo de rayos “X” (que inexplicablemente no detectó el vehículo hasta que la obra lo requirió) y tres binomios caninos cuyos hocicos deben estar ya jubilados por exceso de trabajo mediático. El clímax de la obra fue el hallazgo de 494 paquetes y seis bolsas de una sustancia que, para variar, se “asemeja” a la metanfetamina. La suspensión de incredulidad es total.
El desenlace, previsible hasta el cansancio, consistió en entregar el botín al agente del Ministerio Público correspondiente, ese ser mitológico que se encargará de engrosar otra carpeta de investigación que probablemente descanse en paz en un archivo olvidado, alimentando la estadística oficial de la épica batalla ganada.
El narrador de la función, con un entusiasmo digno de mejor causa, anunció con pompa que este golpe maestro representa una afectación económica a la delincuencia organizada de 426 millones 496 mil pesos. Una cifra tan exacta que solo puede provenir de una contabilidad creativa digna de la ficción más absurda. Y, como en todo buen melodrama, se esgrimió el argumento moral: se salvó a la juventud de más de 1.5 millones de dosis. Porque, claro, los cárteles, conocidos por su única línea de producción, se quedarán sin mercancía hasta nuevo aviso.
Para darle un aire de gran superproducción, el elenco incluyó a todo el Gabinete de Seguridad: la Secretaría de la Defensa Nacional, la Guardia Nacional, y la siempre eficaz Fiscalía General de la República. Juntos, en perfecta harmonía, refrendaron su compromiso de trabajar de manera coordinada para, una vez más, impedir que las sustancias ilícitas lleguen a las calles. Mañana, por supuesto, la función se repetirá en otro puerto, con los mismos actores y un guion ligeramente modificado, en el eterno y lucrativo cirio de la guerra contra las drogas, donde el verdadero espectáculo es pretender que el circo está ganando la batalla.