La coreografía del poder ante el cadáver de la seguridad
En un espectáculo de virtuosismo burocrático que hubiera enorgullecido a la corte del Rey Sol, el Gran Chambelán de la Seguridad Ciudadana, Omar García Harfuch, desplegó el domingo su más exquisito repertorio de condolencias oficiales. Ante el cadáver aún caliente de Carlos Manzo, el funcionario declaró con la solemnidad de un cardenal: “nos indigna y nos compromete aún más por la justicia”. Una frase tan hueca como las promesas de un embaucero, pero con mejor ortografía.
El gabinete de seguridad como circo ambulante
En lo que solo puede describirse como el tour de la impotencia, el Gabinete de Seguridad anunció su próxima gira por los municipios más conflictivos. A petición expresa de la alcaldesa de Uruapan -como si se tratara de un número de magia por encargo- los altos dignatarios descenderán de sus carrozas oficiales para bendecir con su presencia el territorio asolado. Su misión sagrada: mantener reuniones trascendentales con productores de limón y aguacate, porque nada aterroriza más a los cárteles que ver a un burócrata tomando notas sobre precios de fruta.
Los cuatro jinetes del apocalipsis burocrático
El gobierno, en su infinita sabiduría, reforzará los cuatro pilares celestiales de la estrategia de seguridad: atención a las causas (sin atender causas), consolidación de la Guardia Nacional (sin consolidar nada), fortalecimiento de inteligencia (que sigue siendo un oxímoron) y coordinación (el eufemismo favorito para echarse la culpa unos a otros). Michoacán, ese laboratorio de fracasos secuenciales, fue elegido como el paraíso terrenal desde donde nacerá la cruzada nacional contra la extorsión. Se prometen protocolos más gruesos, subsedes más costosas y capacitación más avanzada para los operadores del 089 -ese número mágico que todos conocen pero nadie contesta.
La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, en un acto de realismo mágico institucionalizado, proclamó desde el altar de Palacio Nacional que “la seguridad de Michoacán es una prioridad nacional”. Una verdad tan autoevidente como decir que el agua moja, pero que requiere ser enunciada con pompa y circo para que adquiera ese carácter litúrgico tan del gusto del régimen. El gobernador Alfredo Ramírez Bedolla asentía con la devoción de un novicio, consciente de que en esta comedia divina, su papel es el de creer en los milagros.
Mientras tanto, en los campos de aguacate, los productores contemplan cómo el teatro de la seguridad monta su escenario sobre sus tierras manchadas de sangre. Y los criminales, entre carcajadas, ajustan sus cuotas de extorsión para financiar la próxima temporada de esta tragicomia nacional.
















