La coreografía del poder ante la sinfonía criminal en Michoacán

En el sagrado recinto de Palacio Nacional, donde los ecos de la historia se confunden con el murmullo de los acuerdos, se celebró este martes el ritual mensual de la coordinación ilusoria. La presidenta Claudia Sheinbaum, suma sacerdotisa de la estadística gubernamental, recibió al gobernador michoacano Alfredo Ramírez Bedolla, quien, puntual como un reloj de arena que marca el tiempo del desgobierno, cruzó el umbral de la calle Corregidora a las 11:47 horas, quizá esperando que la precisión horaria compensara la imprecisión existencial de su mandato.

El convite, adornado con la flor y nata del gabinete de Seguridad federal, incluía a la titular de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez; al secretario de la SSPC, Omar García Harfuch, experto en taxonomía del horror; y al general Ricardo Trevilla Trejo, de la Defensa Nacional, portador de la espada que, al parecer, debe usarse más para señalar mapas en reuniones que para cercenar cabezas de la hidra criminal.

El motivo de tan augusta congregación era doble: primero, conmemorar el primer mes del Plan Michoacán, esa sublime obra de ficción prospectiva donde la delincuencia organizada se desvanece por el poder mágico de los documentos firmados y las fotografías protocolarias. Segundo, y más urgente, analizar el reciente y estridente acto pirotécnico ocurrido en Coahuayana, donde un automóvil decidió, de manera espontánea y nada terrorista, alcanzar un estado de desintegración molecular avanzada.

El maestro de ceremonias semánticas, el secretario Harfuch, ya había calentado motores en la mañana. Con la paciencia de un escolástico medieval, explicó a la plebe periodística la sutil pero crucial diferencia: un acto que siembra el pánico, usa explosivos y desafía al Estado no es terrorista si carece de un “objetivo político, ideológico, religioso o social” claramente redactado y notariado. Es, simplemente, un acto criminal de manual, una mera expansión empresarial del negocio del narcomenudeo, la extorsión, la minería ilegal y el tráfico de armas. ¡Alivio! No es ideología, solo es capitalismo depredador en su forma más pura y explosiva. La carpeta de investigación, por supuesto, se abrió por tráfico de armas, no por terrorismo. Los hechos pueden gritar, pero la ley, en su infinita sabiduría, susurra categorías reconfortantes.

Así, entre sutilezas lexicológicas y la implementación de planes que necesitan más balas y menos burocracia, los prohombres y mujeres del reino deliberaron. Mientras, en las tierras calientes de Michoacán, la sinfonía del crimen toca su movimiento allegro con fuoco, indiferente a los seminarios de alto nivel que, en la distancia, discuten el nombre correcto de la sordera que los padece. La coreografía del poder sigue su curso: reuniones puntuales, declaraciones precisas y una realidad que, implacable, hace explosión a su propio ritmo.

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