Un Veredicto que Confirma lo que Todos Sabíamos y Nadie Arreglaba
En un giro que ha sorprendido a exactamente nadie con dos dedos de frente, los altos tribunales de la moral continental han tenido que bajar del Olimpo jurídico para señalar con el dedo al gigante burocrático mexicano. Resulta que, tras un cuarto de siglo de teatro legal, el Estado ha sido hallado responsable de no hacer lo que prometió hacer. Una revelación tan impactante como descubrir que el agua moja.
El Meticuloso Protocolo de la No-Búsqueda
El tribunal internacional, tras estudiar el caso con lupa, determinó que México siguió al pie de la letra su manual de dilación e inoperancia. La desaparición y brutal asesinato de una joven de 17 años fueron abordados con la eficacia característica de un trámite perpetuo: sin prevenir, sin investigar con diligencia y, sobre todo, sin aplicar ese concepto tan exótico llamado “enfoque de género”. Así, se violaron derechos tan peregrinos como la vida y la libertad personal, privilegios que, al parecer, no están incluidos en el paquete básico de ciudadanía para las mujeres de Juárez.
El Crimen Adicional de Molestar al Poder
En un acto de coherencia punitiva ejemplar, el Estado no solo falló a la víctima, sino que también perfeccionó su arte en la madre, Norma Esther Andrade. Su pecado fue el de defender derechos humanos, una actividad de alto riesgo en un sistema donde la justicia es un espectáculo y los defensores son los aguafiestas. Amenazarla y atentar contra ella fue la lógica respuesta institucional a quien osó interrumpir el tranquilo discurrir de la impunidad.
El Daño Colateral: Sufrir por Saber la Verdad
La sentencia, en un arranque de compasión burocrática, también reconoció que el circo de la injusticia tuvo público afectado: la familia. Padres y niños menores tuvieron el atrevimiento de sufrir daños en su integridad y ver vulnerado su derecho a la verdad, mientras el sistema judicial perfeccionaba el arte de la investigación estéril y la espera infinita. Una lección magistral sobre cómo el desdén estatal es un mal que se hereda.
La Solución: Un Decreto Contra la Realidad
Como broche final, la Corte señaló la raíz del problema: México carecía (¿o carece?) de una arquitectura institional seria para combatir la violencia feminicida. En otras palabras, se intentó apagar un incendio forestal con un vaso de agua, mientras se culpaba al viento. La solución, dictaminan los sabios, es adoptar “medidas reforzadas”. Una fórmula mágica que, traducida del lenguaje diplomático, significa: “Dejen de simular y empiecen a actuar, porque su teatro de la justicia es una tragedia que ya nadie se cree”.














