La Corte pospone el doble gravamen a las maquiladoras

La Corte pospone el doble gravamen a las maquiladoras

En un acto de sublime procrastinación judicial, los altos sacerdotes del templo de la justicia han decidido, una vez más, que el momento no es propicio para decidir si es legítimo exprimir dos veces la misma naranja fiscal. El proyecto que pretendía santificar la sagrada cruzada recaudatoria del SAT fue retirado de la agenda, demostrando que en el Olimpo jurídico mexicano, el tiempo es un concepto tan elástico como la moral tributaria.

La Ministra Yasmín Esquivel, en un arrebato de creatividad contable, propuso a sus colegas bendecir la teoría del doble rasero fiscal. Su brillante razonamiento, digno de los mejores tratados de ficción kafkiana, sugiere que las maquiladoras deben pagar por el pecado de importar y, acto seguido, volver a pagar por el delito de haber comprado lo que ya importaron. Una hazaña de alquimia fiscal que promete transformar el aire en 44 mil millones de pesos para las arcas de la nación.

El documento, una joya de la doblethink orwelliana, decreta con solemnidad que el contribuyente debe ser sujeto pasivo y retenedor simultáneamente, como si se le pidiera a un hombre pagar por nacer y luego por haber sido concebido. Sin embargo, este monumental ejercicio de lógica tributaria fue convenientemente archivado, quizás para esperar un momento en el que la población esté distraída con otro espectáculo mediático.

La Corte, en un movimiento estratégico, decidió trasladar sus deliberaciones a una sede alterna, demostrando que mientras el pueblo conmemora su historia en las calles, la justicia prefiere refugiarse en la colonia Guadalupe Inn, lejos del molesto ruido de la realidad. Las protestas del 2 de octubre son, al parecer, un inconveniente mayor que la asfixia económica de una industria clave.

Mientras tanto, el SAT, en un acto de desfachatez burocrática, presentó un escrito de amicus curiae, una opinión no solicitada cuyo contenido se guarda con el celo de un secreto de estado. Expertos en la materia, aquellos ilusos que aún creen en la racionalidad, advierten que esta jurisprudencia podría ser interpretada por nuestros socios del T-MEC como una barrera no arancelaria, un eufemismo elegante para decir “saqueo institucionalizado”.

Lo más hilarante de esta tragicomedia es que la Corte solo debatirá la interpretación correcta de la regla, no su constitucionalidad. Es como si un jurado discutiera el color de la soga para ahorcar al reo, sin cuestionar si el ahorcamiento es legal. La anterior integración de la Corte ya había bailado este vals de la indecisión en febrero, posponiendo el veredicto a petición de Lenia Batres, quien alegó la importancia económica del tema, un eufemismo para “mejor no meternos en este avispero”.

El Programa IMMEX, ese pacto faustiano que desde 2006 permite a las maquiladoras operar con beneficios fiscales, está ahora en la picota. Las empresas alegan, con una lógica exasperantemente terrenal, que el SAT pretende un doble cobro: primero por sacar la mercancía de la aduana y luego por atreverse a comprarla. En el nuevo bestiario fiscal mexicano, la gallina de los huevos de oro no solo debe poner, sino también pagar impuestos por el concepto de “potencial reproductivo”.

Así, en el gran teatro de lo absurdo que es la política fiscal mexicana, el espectáculo debe continuar. Los actores cambian, los guiones se modifican, pero la farsa de siempre se repite: mientras la industria espera una señal de certidumbre, la justicia prefiere el cómodo limbo de la posposición perpetua.

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