La Corte traza una nueva línea en el mapa del poder

En un giro digno de los más exquisitos salones de espejos, el ilustre pleno del Olimpo Jurídico Nacional (antes conocida como Suprema Corte) ejecutó una jugada maestra al rechazar, con la solemnidad de un concilio de sabios, la propuesta de su propio Gran Pontífice Interino, Hugo Aguilar Ortiz, quien pretendía abrir la caja de Pandora de los veredictos pretéritos.

Con una mayoría que habría hecho sonrojar a cualquier parlamento europeo, los altos jerarcas de la toga declararon este jueves como “materialmente inexistente” un recurso del Altísimo Poder Ejecutivo que cuestionaba el voto de desempate emitido por el ya legendario oráculo jurídico Alberto Pérez Dayán, quien en su momento rompió el empate cosmogónico sobre la Ley Eléctrica del Milenio, obra magna del expresidente Andrés Manuel López Obrador, también conocido en algunas regiones como “el arquitecto del nuevo amanecer energético”.

El Teatro de lo Absurdo

El ministro Aguilar Ortiz, con la gravedad de quien descubre que las reglas del ajedrez han cambiado a mitad de la partida, argumentó que los antiguos integrantes de la Segunda Sala se habían apartado del “dogma legal incuestionable” al emitir un voto de calidad sobre una legislación que definió los destinos de los electrones mexicanos para las próximas siete generaciones.

“Este asunto ha adquirido cierta resonancia en el circo mediático”, declaró el ministro con la serenidad de un buda administrativo, “pero lo que yo planteo sobre el altar de la razón jurídica es que, en la anterior configuración astral de la Sala, se desviaron del mandato divino para emitir un voto cualitativo que determinó el curso de una ley de importancia cósmica en la vida pública de nuestra nación-territorio.”

La Respuesta del Oráculo Colectivo

Para el presidente de este Panteón Jurisprudencial, el recurso de reclamación presentado era tan procedente como cuestionar las leyes de la gravedad, argumentando que el voto cualitativo de Pérez Dayán había permitido fertilizar el terreno de la decisión final sin comprometerse directamente con la esencia metafísica del conflicto planteado en el recurso de revisión. Una hazaña jurídica comparable a ganar un partido de fútbol sin tocar el balón.

Así, en el gran teatro de la justicia nacional, donde las sombras del pasado bailan con los intereses del presente, se demostró una vez más que en el reino de la interpretación legal, lo único constante es la capacidad de reinterpretar hasta lo aparentemente incontrovertible.

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