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La Corte y el arte de decidir sin decidir

La justicia mexicana debate entre la rigidez constitucional y los derechos fundamentales en un pulso histórico.

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En un espectáculo digno de Kafka, la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia se prepara para debatir —quizás, tal vez, o quizás no— si es demasiado pedir que un juez piense antes de encerrar a alguien. El 13 de agosto, mientras el reloj avanza hacia el ocaso de esta integración judicial, los ministros jugarán al “amparo musical”: si la música para (o no), alguien podría salir libre… o no.

La ministra Margarita Ríos Farjat, en un arrebato de osadía jurídica, propuso que Adrián Alegre Hernández —acusado de poseer mariguana y un arma más prohibida que el sentido común en el Congreso— merece al menos una audiencia donde se discuta si debe pudrirse en prisión preventivamente. ¡Qué radical! ¿Acaso no sabe que en este país la presunción de inocencia es tan etérea como las promesas electorales?

De aprobarse —con los tres votos necesarios para hacer historia o, al menos, un tuit viral—, la sentencia sería un parteaguas: la primera vez que la Corte cuestiona la prisión preventiva oficiosa, ese mecanismo constitucional tan eficaz como un elefante en una cristalería. Claro, el Gobierno, fiel a su estilo, ya advirtió: “No toquen eso, déjenlo para los próximos ministros (que, seguramente, tampoco lo resolverán)”.

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Mientras tanto, el Pleno tiene en su lista de pendientes —justo debajo de “limpiar la cafetera” y “arreglar el Wi-Fi”— la orden de la CIDH de eliminar la PPO. Tres sesiones restan, y el Ejecutivo Federal ya envió su tradicional memo: “Posponer para nunca”. ¿Prioridades? Las justas: ¿para qué cumplir tratados internacionales si podemos discutir el color de las togas?

El proyecto de Ríos Farjat, tan revolucionario como un molino de viento en un huracán, insiste en que los jueces deben interpretar —¡qué concepto!— si encarcelar es necesario, no automático. Incluye perlas como “subsidiariedad” y “proporcionalidad“, términos tan ajenos al sistema penal mexicano como un político honesto. Tras dos meses de reuniones con fiscales, defensores y víctimas, la conclusión es clara: todos están en desacuerdo. ¡Viva el diálogo!

Así, entre sesiones apresuradas y legados evasivos, la Corte demuestra que, en el arte de no decidir, México es potencia mundial. ¿Cambio histórico o otro expediente para el cajón? Apostamos por lo segundo.

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