La delincuencia reconfigura la economía y frena el crecimiento nacional

La delincuencia no solo roba mercancías; está secuestrando el futuro económico de México. Un diagnóstico del Banco de México revela una realidad disruptiva: los empresarios nacionales enfrentan una epidemia de ilícitos que trasciende el robo tradicional para convertirse en un impuesto paralelo que distorsiona los mercados.

Imagine una red logística donde cada camión debe presupuestar el peaje de la delincuencia. Esto ya no es una metáfora: asalto a transportistas, extorsiones sistemáticas y bloqueos tácticos han elevado los costos de distribución hasta encarecer los bienes finales para el consumidor, creando una inflación inducida por el crimen.

Pero el pensamiento lateral nos obliga a preguntar: ¿y si este caos aparente es en realidad un sistema económico alternativo y parasitario? La inseguridad en Sinaloa, lejos de ser un problema aislado, demostró su poder para veto proyectos. Frenó la comercialización de vivienda turística en Mazatlán, reescribiendo el mapa de desarrollo inmobiliario no con políticas públicas, sino con balas.

El verdadero robo no es el de una carga, sino el de oportunidades. El costo más alto no está en los fletes, sino en los turistas que nunca llegaron, las fábricas que no se abrieron y la innovación que se ahuyentó. La pregunta disruptiva es: ¿cómo se construye un ecosistema empresarial a prueba de crimen? La respuesta podría estar en modelos de transporte descentralizados, inteligencia colectiva entre empresas y tecnologías de trazabilidad que conviertan cada carga en un activo digital intocable. El desafío no es sobrevivir, sino reinventar las reglas de la seguridad económica.

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