La Fuerza Imparable de la Naturaleza y la Resiliencia Humana
He sido testigo de numerosas emergencias a lo largo de los años, pero la furia con la que un río desbordado puede borrar la historia de un pueblo, como ocurrió en Chapula, en el corazón de las montañas mexicanas, nunca deja de conmoverme hasta los cimientos. Los relatos de los sobrevivientes, caminando con el agua a la cintura en una huida desesperada, son un eco de muchas otras tragedias que he documentado; es en esos momentos de caos donde el instinto de comunidad brilla con más fuerza.
Stephanie Ramírez, una joven de 21 años, describió con una crudeza que solo surge de haberlo vivido: “Se llevó casas, se llevó el puente, se llevó absolutamente todo”. Su testimonio, al descender de un helicóptero privado, encapsula una lección que he aprendido una y otra vez: en la inmediatez del desastre, lo material se esfuma, y lo único que perdura es la vida humana y los espacios que milagrosamente ofrecen refugio, como la iglesia y la galera de su pueblo. Este helicóptero se convirtió ese martes en un frágil hilo de esperanza, evacuando a los más vulnerables de una de las 300 localidades afectadas por las lluvias torrenciales, un fenómeno cuya intensidad, he observado, parece aumentar con los años.
La experiencia me ha enseñado que la evacuación es solo el primer capítulo de un largo proceso de recuperación. La angustia de Ramírez, quien suplicaba por la seguridad de los suyos que aún esperaban rescate, es un recordatorio punzante de que la misión no termina cuando las primeras personas están a salvo. La amenaza latente de nuevos deslaves y el cauce aún crecido del río son peligros que nosotros, los que trabajamos en respuesta a crisis, conocemos muy bien y que exigen una vigilancia constante.
Desde mi perspectiva, he visto cómo la maquinaria gubernamental se pone en marcha. La presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, enumeró las prioridades: abrir caminos, garantizar puentes aéreos y realizar censos en las localidades aisladas. Son protocolos necesarios, cruciales. Sin embargo, en el terreno, la teoría a menudo choca con la urgencia. Mientras miles de efectivos trabajaban sin descanso, en Chapula se escribió una de las lecciones más valiosas: la capacidad de auto-organización de las comunidades.
La iniciativa de los pobladores, que contactaron a familiares en el extranjero y, con la ayuda crucial de vecinos de Tianguistengo, establecieron su propio puente aéreo privado, es un poderoso ejemplo de resiliencia práctica. No fue solo un rescate; fue una demostración de soberanía comunitaria. Paralelamente, el convoy a pie de vecinos y soldados llevando productos básicos a otras aldeas aisladas es esa chispa de solidaridad que, en mi experiencia, siempre emerge entre los escombros, demostrando que la ayuda más efectiva a veces nace de los mismos que están sufriendo la catástrofe.