La deuda como palanca para el crecimiento económico

¿Y si el verdadero riesgo no fuera endeudarse, sino no hacerlo cuando las condiciones son óptimas? El Centro de Estudios de las Finanzas Públicas (CEFP) presenta una visión contraintuitiva: el nivel de financiamiento propuesto en el paquete económico 2026 no compromete la estabilidad financiera de México, sino que podría ser el combustible para su despegue económico.

Rosalío Luis Rangel Granados, director del CEFP, plantea un concepto revolucionario: “El nivel de endeudamiento público del 51.3% para 2026 representa un punto de equilibrio estratégico, no una carga. Es la zona de confort donde la deuda se convierte en aliada del desarrollo, compatible con economías de nuestro tamaño y ambición”.

México emerge entre las 15 economías globales más relevantes con una ventaja disruptiva: su capacidad de gestión crediticia se proyecta sostenible en el mediano y largo plazo. La propuesta de la Secretaría de Hacienda no es simplemente gastar, sino invertir en una reactivación económica que generará un círculo virtuoso: crecimiento de ingresos presupuestarios del 6%, mejoría en la recaudación tributaria y estrategias de eficiencia fiscal que se retroalimentan.

En lugar de ver la deuda como un lastre, el especialista propone un cambio de paradigma: la capacidad de financiamiento de las naciones está determinada por su potencial de avance económico. La fórmula de sostenibilidad internacional establece una relación dinámica entre el crecimiento de la deuda y la expansión del Producto Interno Bruto (PIB).

“Cuando un país puede crecer más rápido que su endeudamiento, entra en el territorio de la sostenibilidad fiscal”, explica Rangel Granados. “Es el punto de equilibrio donde la deuda deja de ser pasivo y se transforma en palanca de progreso”.

El verdadero peligro, advierte, no está en los números absolutos sino en la dirección: cuando el ritmo del endeudamiento supera la capacidad de generación de ingresos, las economías caen en la insostenibilidad financiera. Pero México está jugando una partida diferente.

Las economías más avanzadas del mundo—Japón y Estados Unidos—demuestran que los niveles de deuda son relativos: pueden superar una o dos veces su ingreso nacional porque cuentan con el respaldo de sistemas económicos robustos y diversificados. México está aprendiendo de los maestros, pero escribiendo su propio manual.

Ernesto García Monroy, subdirector del área de Ingresos y Deuda Pública del CEFP, presenta los detalles técnicos de la Iniciativa de Ley de Ingresos con una perspectiva visionaria: la deuda mexicana se ubica en el 60% del PIB, pero esto representa niveles sostenibles cuando forma parte de una estrategia consciente de optimización de costos y gestión inteligente de riesgos.

Los Requerimientos Financieros del Sector Público—el balance ampliado de las finanzas gubernamentales—muestran una trayectoria diseñada con precisión quirúrgica: del 4.3% del PIB en 2025 al 4.1% en 2026, descendiendo al 3.5% en 2027 y estabilizándose en el 3% a partir de 2028.

Esta no es simplemente una política de endeudamiento—es una arquitectura financiera que convierte el crédito en crecimiento, la deuda en desarrollo, y los números en futuro. México no está evitando riesgos; está calculándolos con la audacia de un visionario.

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