Un sistema en bancarrota moral: más allá de las cifras
Las estadísticas no son números fríos; son un grito colectivo ahogado por la indiferencia estatal. La cifra de 2,378 mujeres asesinadas entre enero y octubre de 2025 no es una simple métrica, es la evidencia de un colapso sistémico. ¿Qué sucede cuando las leyes se convierten en letra muerta y las instituciones diseñadas para proteger se transforman en cómplices por omisión? Estamos ante una pandemia de impunidad que exige una reinvención radical de la justicia.
La ilusión de la protección: un espejismo legal
Amnistía Internacional desnuda una verdad incómoda: tres décadas de marcos legales han creado una fachada de progreso que oculta una realidad de negligencia institucional. La directora Edith Olivares Ferreto lo afirma con crudeza: la violencia fluctúa, pero nunca desciende de forma sostenida. Esto no es una falla; es el síntoma de un diseño estructural viciado. La falta de presupuesto y personal capacitado no son descuidos, son decisiones políticas que perpetúan el ciclo de violencia.
La resistencia se convierte en monumento
Frente a la inacción del Estado, la ciudadanía ha erigido sus propios símbolos. La Glorieta de las Mujeres que Luchan ya no es una rotonda; es un santuario laico de memoria y un recordatorio constante de la deuda pendiente. Es la prueba de que cuando las instituciones fallan, la sociedad civil se convierte en el último bastión de la dignidad y la exigencia de justicia.
Las cifras que estremecen: una generación en peligro
El panorama se oscurece aún más al analizar los datos de desapariciones. 2,901 mujeres desaparecidas, de las cuales 1,248 eran menores de edad, representan un aumento del 43.4% respecto al año anterior. La Ciudad de México y el Estado de México lideran esta tragedia nacional. ¿Acaso nos hemos habituado a la desaparición de nuestras niñas? Esta no es una crisis de seguridad, es una emergencia humanitaria que clama por una respuesta con perspectiva de género y un enfoque disruptivo.
Impunidad: el cáncer que corroe el sistema
La justicia no solo llega tarde; a menudo, no llega. Casos como el de Nadia Muciño, sin resolución después de 21 años, ejemplifican la inoperancia crónica del sistema. Las fallas documentadas—pérdida de evidencias, ausencia de perspectiva de género, omisiones periciales—no son errores aislados. Son la manifestación de un modelo de justicia obsoleto que requiere una deconstrucción total. La transformación de las fiscalías no es una opción; es la única vía para romper este ciclo de violencia y garantizar el acceso a la verdad.
La pregunta que debemos hacernos ya no es cómo mejorar el sistema actual, sino cómo diseñar uno completamente nuevo desde cero. Un sistema donde la vida de las mujeres no sea negociable y la justicia no sea un privilegio, sino un derecho fundamental.















