El Santo Oficio de la Búsqueda Terrenal
En un giro que hubiera deleitado al mismísimo Jonathan Swift, los procuradores de almas perdidas – vulgo familias de desaparecidos – han debido acudir al último recurso administrativo antes del Juicio Final: la curia eclesiástica. Ante la omnisciencia burocrática del Estado mexicano, que todo lo ve pero nada encuentra, estos modernos suplicantes presentaron sus memoriales ante el obispo auxiliar Javier Acero Pérez y el director Jorge Atilano González, procuradores celestiales del Diálogo Nacional por la Paz.
Con una lógica que supera el entendimiento mundano, las autoridades – arcángeles caídos de la eficiencia – se declaran rebasadas por su propia ineptitud. Carecen del personal, los recursos y la tecnología que, por obra de divina providencia, sí poseen para vigilar, perseguir y hostigar. Los familiares que osan interrumpir la sagrada siesta funcionarial con trivialidades como un hijo desaparecido son recibidos con la caridad burocrática que merecen quienes alteran la paz de los archivos.
Los Nuevos Sacramentos de la Búsqueda
El concilio de sabios propone innovadores dogmas para esta nueva inquisición forense: crear unidades municipales de búsqueda (herejía, pues eso implicaría que los municipios sirven para algo), instalar buzones de paz en iglesias (confesionarios laicos donde el feligrés puede delatar fosas entre Ave Marías) y, la más revolucionaria de todas, invertir en tecnología. Esta última propuesta equivale a sugerir que un carruaje del siglo XVIII necesita, en efecto, caballos.
La Divina Intermediación
La revelación más sublime la ofrece el padre Atilano: la Secretaría de Gobernación, ese purgatorio terrenal, ha solicitado a la Iglesia ser mediadora celestial. En esta comedia divina, el Estado, ese Dios ausente, delega en sus vicarios terrenales la tarea de escuchar a quienes Él mismo ha ignorado. Así, las plegarias por los desaparecidos ya no suben al cielo, sino que se canalizan mediante oficio diplomático a la autoridad competente, donde seguramente serán archivadas para su estudio en el limbo de los trámites eternos.
















