La Procuraduría de los Milagros Cotidianos anuncia un prodigio de cronometraje
En un alarde de eficiencia que dejó perplejos a los ciudadanos, acostumbrados al letargo perpetuo de las instituciones, la Sacrosanta Fiscalía del Estado (SFE) proclamó la aprehensión celestial del presunto autor material del magnicidio en pequeño formato de Raymundo Cabrera Díaz, un burócrata de la salud en la conflictiva Chilpancingo. El hecho, ocurrido en plena luz del día y en el corazón de la capital, fue seguido por un operativo de fantasía tan veloz que casi convence a uno de que habita en un país funcional.
Según el comunicado oficial, redactado con el mismo tono triunfalista que se usa para anunciar la llegada del agua potable a una comunidad, la captura se consumó en el abrir y cerrar de ojos —tres horas, para ser exactos— gracias a una sinergia mágica entre patrullajes, filtros de revisión y labores de inteligencia superior. Una hazaña que, sin duda, requerirá ser estudiada por las academias militares del mundo, dada su imposibilidad estadística en el contexto geográfico.
El ritual del chivo expiatorio: Francisco “N” y su orden de aprehensión vigente
La SFE, en un gesto de transparencia que raya en lo teatral, identificó al detenido como Francisco “N”, un sujeto que ya cargaba con el honor de una orden de aprehensión por homicidio. ¡Qué casualidad! El sistema, tan lento para prevenir, es asombrosamente rápido para encontrar a quienes ya había decidido buscar. Fue puesto, con toda pompa, a disposición del Ministerio Público, esa máquina de moler papeles donde los casos entran como tragedias y salen como estadísticas.
El ataque, un ballet macabro ejecutado con precisión militar por individuos en motocicleta, tuvo lugar en la colonia Ruffo Figueroa. La víctima, en un acto de esperanza patética, intentó refugiarse en un restaurante, como si los umbrales de un local comercial fueran un escudo contra la voluntad férrea de los ejecutores a sueldo. La persecución y el remate final fueron la guinda del pastel, una demostración de que el espectáculo de la violencia debe cumplirse hasta el último acto, ante la mirada pasiva del telón de fondo urbano.
Contabilidad balística y geografía del horror
El informe oficial, un documento que mezcla el frío lenguaje forense con la calidez de la propaganda, detalla que el funcionario recibió seis regalos de plomo calibre .45. No obstante, los peritos, esos arqueólogos del crimen, desenterraron once casquillos en el lugar. Una discrepancia numérica trivial en el gran esquema de las cosas, donde lo importante es la narrativa de la eficacia, no los molestos huecos balísticos. El escenario, una zona de alta afluencia comercial y habitacional, sirvió una vez más de anfiteatro público para recordar a todos que la normalidad es solo un intermedio entre dos balaceras.
El gran avance y el alivio efímero de la plebe
La captura de Francisco “N” es aclamada como un avance significativo, un rayo de luz en las tinieblas. Un triunfo que, por unas horas, permite a las autoridades inflar el pecho y a la comunidad suspirar con alivio, antes de que el siguiente titular borre esta gesta de la memoria colectiva. Resalta, sobre todo, la necesidad perpetua de reforzar la seguridad, un mantra que se repite con la misma frecuencia con la que fallan los esfuerzos por establecerla. Así funciona la comedia negra de la gobernanza: se resuelve un crimen con velocidad de relámpago para ocultar que el cielo está perpetuamente a punto de caerse.






