La épica burocrática de la beca universal prometida

En un acto de desbordante generosidad que sin duda no busca comprar lealtades con el erario público, el monumental aparato de la Secretaría de Educación Pública (SEP) ha desplegado sus fastuosas campanas digitales para anunciar el registro en línea para la Beca Universal Rita Cetina. Un proceso tan ágil y sencillo que requiere la creación de una Llave del Gobierno Federal, un artefacto místico tan esquivo como el Santo Grial para el ciudadano común.

La promesa, tan grandiosa como un castillo en el aire, es alcanzar la cifra astronómica de 17.2 millones de becarios en educación básica para 2026. Todo ello, por supuesto, sustentado por un presupuesto faraónico de 185 mil millones de pesos, una suma tan colosal que hace preguntarse si se repartirán billetes en lugar de libros de texto. Se convierte así en el programa social con mayor número de beneficiarios del país, un título que huele más a estrategia de marketing electoral que a una genuina política educativa.

En un alarde de planificación que hubiera envidado el mismísimo Julio Verne, el régimen ha decretado que a partir de 2026 se incorporará al 100% del alumnado de primaria. Una hazaña logística que se realizará en dos fases épicas, como si de una invasión militar se tratara: en enero llegarán los de los grados superiores y en septiembre desembarcarán los más pequeños. Mientras, las becas para educación media superior y superior beneficiarán a 4.1 millones y 409 mil almas respectivamente, cifras que se anuncian con la pompa de un gran estadista repartiendo monedas.

La Coordinación Nacional de Becas para el Bienestar, con un cinismo digno de los mejores satíricos, exhorta a las familias a adentrarse en el laberíntico proceso de crear una cuenta digital para “agilizar los trámites”. Nada agiliza más que un requisito burocrático adicional. Eso sí, se aclara con magnánima condescendencia que quienes ya son beneficiarios no necesitan registrarse de nuevo. ¡Qué alivio! El Estado benevolente no les pedirá que demuestren dos veces su merecimiento para recibir las migajas del banquete.

Todo este circo burocrático, envuelto en la retórica del bienestar y el progreso, no hace sino evidenciar la maquinaria de un Leviatán que distribuye limosna a gran escala mientras el sistema educativo se mantiene en un estado de perpetua mediocridad. Porque es más fácil repartir dinero que construir escuelas de excelencia, más sencillo crear dependencia que fomentar la autosuficiencia. La farsa continúa, y los ciudadanos, entretenidos con el espectáculo de los registros en línea y las promesas multimillonarias, aplauden la caridad del gran hermano educativo.

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