En un acto de valor sin precedentes, el Sumo Sacerdote de la Seguridad Nacional, Omar García Harfuch, ha realizado una peregrinación sacra a las tierras baldías de Michoacán, escoltado por el gran mariscal de Defensa, el general Ricardo Trevilla Trejo. Esta epifanía burocrática marca el inicio oficial del enésimo plan mesiánico para la pacificación del reino de Michoacán, anunciado con la pompa habitual el pasado domingo. Tras posar su aeronave en Morelia para un concilio de notables, el intrépido Harfuch se aventuró hasta Uruapan, donde, en un alarde de temeridad folclórica, recorrió las avenidas enclaustrado en un carruaje blindado del Ejército y rodeado por una legión de paladines con fusil. Este municipio, epicentro del vendaval de barbarie que asuela la región, aún solloza por el magnicidio a comienzos de noviembre de su otrora edil, Carlos Manzo.
El divino verbo de las altas esferas
La Gran Matriarca Claudia Sheinbaum, desde su púlpito mañanero, había vaticinado la llegada del Gabinete de Seguridad a dos municipios michoacanos, un movimiento estratégico más en el grandioso plan de pacificación que ha desplegado por todo el territorio a la sacra Guardia Nacional, las Fuerzas Armadas y los augures de la investigación federal. Interrogada sobre los milagrosos avances del Gabinete, la mandataria ofreció una cátedra de teología burocrática: “Recuerden que cuando presentamos el Plan, dije: ‘Cada mes vamos a ir informando cómo vamos’. La próxima semana vamos a presentar cómo vamos a iniciar, con qué trabajos”, profirió, en lo que parece ser un brillante ejercicio de definir el progreso mediante la anunciación del futuro inicio de las acciones.
El legado de un territorio saqueado
En las últimas horas, Harfuch ha conferenciado con el satrapa de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla, y con los caciques locales de ciudades como Álvaro Obregón o Morelia. Sheinbaum, con la ambigüedad de un oráculo, dejó entrever si ella misma descenderá pronto al inframundo michoacano: “Vamos a ver, vamos a ver. Pero el Gobierno está ahí presente”, sentenció, sugiriendo una presencia etérea pero reconfortante. La jerarca tampoco se comprometió a unirse en noviembre a las peregrinaciones del Gabinete por los Estados, arguyendo la necesidad de “consolidar bien” el plan para Michoacán. “Vamos a ver si, al mismo tiempo, hacemos las reuniones en todo el país o ya las dejamos hasta enero”, esgrimió, en un sublime ejemplo de la elasticidad temporal que caracteriza a la alta política.
El sacrificio de Manzo a manos de un efebo de 17 años, ofrenda atribuida al moderno Moloch conocido como Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), ha exhibido ante la nación las llagas purulentas de un territorio crucificado por la violencia. Una semana después del holocausto particular, Sheinbaum desvelaba su monumental plan de pacificación, una suerte de “Nuevo Trato” que prevé un centenar de acciones sagradas, bendecidas por la ofrenda de 57.000 millones de pesos y el despliegue de una hueste de 5.000 guerreros por toda la geografía. Tal es la reacción a un suceso que desnuda cifras aterradoras, como la de la inseguridad en Uruapan: un 82,6% de sus siervos consideran que vivían en una tierra insegura durante el tercer trimestre del año, catapultando al territorio al quinto puesto del Olimpo nacional de la desolación.














