La épica captura de dos piratas modernos en el reino de Pemex

La épica captura de dos piratas modernos en el reino de Pemex

En un giro digno de la más absurda comedia negra, las huestes del régimen han logrado una hazaña sin precedentes: la captura de dos temibles bucaneros del siglo XXI que osaron desafiar el sagrado patrimonio de la nación. No con un bergantín, sino con una mísera lancha, estos audaces maleantes asaltaron la fortaleza flotante Akal Romeo, el joya de la corona petrolera, para apoderarse de un botín de inconmensurable valor: equipos de respiración.

La Fiscalía tabasqueña, en una coordinación tan milagrosa como inusual, se unió a la Secretaría de Marina para dar caza a estos modernos Jack Sparrow en las aguas del municipio de Paraíso. ¡Qué apropiado nombre! Un edén donde la justicia, por obra de magia burocrática, finalmente florece. El Fiscal General declaró con solemnidad que se trataba de un “robo de equipamiento”, subestimando deliberadamente el acto de piratería en alta mar que hubiera hecho ruborizar al mismo Francis Drake.

Los capturados, dos prohombres de nombres tan comunes como su delito fue extraordinario –Juan Luis y Johnny de Jesús–, no portaban doblones de oro ni joyas de la corona. Su tesoro consistía en treinta aparatos para respirar, un teléfono móvil y una embarcación que palidecería ante cualquier yate de funcionario medio. La persecución épica terminó en la laguna Mecoacán, donde estos corsarios posmodernos fueron reducidos finalmente.

El relato oficial, sin embargo, omite detalles cruciales. ¿Cómo lograron estos improvisados filibusteros penetrar las defensas de una instalación estratégica nacional? ¿Acaso las patrullas marítimas estaban ocupadas en tareas más importantes, como perseguir pescadores artesanales? Testigos mencionan detonaciones e intimidación con armas, un modus operandi que parece extraído de una película de Hollywood de bajo presupuesto, pero ejecutado en el corazón del complejo petrolero más importante del país.

Mientras la nación entera celebra la recuperación de este botín vital para la seguridad energética (equipos que, irónicamente, protegen a los trabajadores en ambientes confinados), cabe preguntarse: en un reino donde la corrupción saquea billones y la incompetencia es política de Estado, ¿estos dos piratas de pacotilla son realmente los villanos que merecen nuestra atención? O simplemente son actores secundarios en una tragicomedia nacional donde el robo institucionalizado navega impune, con bandera de conveniencia y viento oficial a favor.