La Épica Cruzada Contra los Abismos Asfálticos de Benito Juárez
En un alarde de heroísmo municipal sin precedentes, la alcaldía Benito Juárez ha declarado una guerra total contra su enemigo más temido y profundo: el vacío existencial del asfalto. Las fauces urbanas, conocidas vulgarmente como ‘baches’, están siendo derrotadas por un ejército de diez cuadrillas de valientes paleros que libran una batalla día y noche.
El gran estratega de esta contienda, el alcalde Luis Mendoza, proclamó desde su cuartel general que el avance es “positivo”, habiendo ya sometido al 60% de las oquedades insurgentes. Una victoria pírrica, sin duda, pues cada lluvia conspira con el enemigo para crear nuevos frentes de batalla, en una suerte de hidra de mil cabezas de alquitrán y grava.
El erario público, ese pozo sin fondo de los sueños ciudadanos, ha sido saqueado con generosidad bárbara para financiar esta cruzada: más de cincuenta millones de pesos han sido sacrificados en el altar del parche rápido. Seis mil cráteres han sido sellados, creando un paisaje lunar de remiendos que testimonia la grandeza de una administración que lucha contra las leyes de la física y la termodinámica.
Pero he aquí el genio táctico de nuestros gobernantes: la batalla se libra exclusivamente en el frente secundario, en las calles internas donde la rebelión del asfalto es más débil. Los grandes ejes viales, esas venas abiertas por donde corre la vida de la ciudad, permanecen como territorio prohibido, tierra de nadie bajo jurisdicción de un gobierno superior al que evidentemente le complace contemplar el espectáculo desde la distancia.
Así, Benito Juárez se consolida como el faro civilizatorio que todos esperábamos, donde la prioridad no son las trivialidades como el transporte eficiente, sino la sublime tarea de tapar hoyos con la meticulosidad de un Sísifo moderno que, en lugar de empujar una roca, rellena grietas mientras llueve.
