Nacional
La épica cruzada plástica para salvar la tiendita de la esquina
Una alianza bancaria promete salvar la economía de la esquina cargándola al plástico. La sátira desnuda el absurdo del crédito como panacea.

La Épica Cruzada del Plastiquito Salvador
En un acto de filantropía sin precedentes, comparable solo con la entrega de las tablas de la ley, el coloso financiero BBVA ha tendido su mano misericordiosa a los sumos sacerdotes de la ANPEC. Juntos, en una alianza sagrada, han decretado que la comisión por la gracia de pagar con el plástico divino se reduce a un mísero 0.85%. ¡Aleluya! Los cielos se abren y un coro de ángeles cantores anuncia que las ventas de las humildes tienditas se inflarán, por arte de magia bancaria, hasta un milagroso 25%.
El oráculo y presidente de la secta, el venerable Cuauhtémoc Rivera, ha profetizado que este movimiento estratégico liberará a las masas del yugo primitivo de deberle al tendero de la esquina. Ahora, en su lugar, podrán deberle a una entidad etérea, abstracta y notablemente más poderosa: el banco. Así, el ritual del regreso a clases se transforma: no más lápices a cuenta, ahora serán lápices a 24 meses sin intereses, con una TAE que solo un nigromante podría descifrar.
Se nos presenta esta jugada maestra como el escudo definitivo contra el peligrosísimo “crédito de palabra”, esa arcaica y peligrosa práctica donde un vecino le fiaba un kilo de tortillas a otro confiando en su honor. ¡Terrible! Mejor sustituirlo por el moderno, estéril y absolutamente impredecible riesgo del sobreendeudamiento financiero. El alto gasto, nos explican estos iluminados, ya no será un problema del bolsillo del ciudadano, sino un dato más en un algoritmo de riesgo crediticio.
Rivera, con la gravedad de un general anunciando una batalla crucial, ha descrito meses negros como febrero y junio, épocas de una caída en el consumo tan catastrófica que solo podría compararse con una plaga bíblica. La solución no es, por supuesto, preguntarse por qué la gente no tiene dinero, sino facilitar que lo que no tiene lo pida prestado. El consumo se reactivará, advierte, pero será “crédito”, no ese anticuado y sospechoso efectivo que huele a transacciones no rastreables.
Y he aquí la joya de la corona: esta reducción de la comisión es nada menos que una “reconciliación”. Sí, una reconciliación entre el comerciante, eternamente crucificado por los costos, y las terminales point of sale, esos instrumentos de progreso. Tras la herejía de que los diputados sugirieran penalizar a los comerciantes por trasladar el costo (¡como si el negocio bancario no se basara justamente en eso!), la fe en el plástico decayó. Ahora, la santa iglesia financiera y sus fieles comerciantes se dan la mano, perdonan los agravios y se preparan, juntos, para pasar la cobranza amablemente al feligrés-consumidor. Un final feliz, escrito con tinta de impresora de estados de cuenta.

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