La épica odisea eléctrica y los 466 olvidados

El Gran Milagro del Kilovatio Restaurado

En un alarde de eficacia que dejó atónitos a propios y extraños, el sagrado templo de Palacio Nacional fue testigo de un anuncio celestial: la Comisión Federal de Electricidad, esa venerable institución que suele operar con la celeridad de un glaciar en época de sequía, proclamó haber alcanzado la casi divina cifra del 99.82% de restablecimiento del servicio tras el diluvio universal que azotó al país.

La Suma Sacerdotisa de los Electrones, Emilia Calleja Alor, se manifestó a través de un espejismo digital durante el ritual matutino para anunciar el prodigio. Afirmó que en entidades como Veracruz, Puebla, San Luis Potosí y Querétaro, la luz eléctrica, ese néctar de la civilización moderna, fluye ya con la abundancia de un río desbordado, alcanzando el mágico 100%. Una hazaña, sin duda, comparable a la división de las aguas del Mar Rojo.

Los Parias de la Modernidad

No obstante este triunfo de la tecnocracia, en el estado de Hidalgo pervive un reducto de resistencia, una mancha en el brillante escudo de la eficiencia gubernamental: 466 usuarios. Cuatrocientas sesenta y seis almas condenadas a la penumbra, abandonadas en comunidades tan remotas que parecen existir en un plano dimensional diferente, donde los postes de luz son una quimera y los electrones se niegan a fluir.

“Esperamos lograrlo ya muy pronto”, declaró la directora, empleando esa elástica expresión burocrática que puede significar desde “mañana” hasta “en la próxima era geológica”. Mientras, los héroes anónimos, los electricistas, luchan contra la geografía hostil y la lógica absurda, intentando llevar el fuego prometeico a quienes han sido olvidados por el gran relato del progreso.

La Caridad Digital y el Culto a la Eficiencia

Como prueba de su magnanimidad, la institución ha distribuido 7,880 chips de telefonía celular. ¿De qué sirve un chip en la oscuridad? Es la pregunta metafísica que flota en el aire, un misterio tan profundo como los mecanismos que rigen la asignación de recursos en la administración pública. Un gesto moderno para problemas arcaicos, como ofrecer un smartphone a quien carece de un candil.

El agradecimiento a los “grandes trabajadores” fue, por supuesto, omnipresente. Siempre es más fácil elogiar la dedicación de los siervos que cuestionar la arquitectura del feudo. Se celebra con bombos y platillos el 99.82%, una cifra tan precisa que inspira una fe casi religiosa, mientras se barre bajo la alfombra el drama humano del 0.18% restante, esos 466 usuarios que son el recordatorio incómodo de que, en el reino de la estadística triunfalista, toda perfección es una ficción.

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