La epidemia de feminicidios que sacude Sinaloa en plena guerra narco

La violencia en Sinaloa escribe otro capítulo sombrío con el hallazgo de dos mujeres asesinadas en circunstancias y puntos distintos de Culiacán, en hechos que parecen aislados pero que, al profundizar, revelan un patrón alarmante. Las cifras oficiales frías se traducen en tragedias humanas concretas: Paola Isabel, de 30 años, fue ultimada a tiros dentro de su propia vivienda en la colonia Plutarco Elías Calles.

La llamada a los números de emergencia alertó a las autoridades de seguridad pública sobre una víctima de un ataque con arma de fuego en la calle Enrique Pérez Arce. Al arribar al inmueble, los primeros respondedores solo pudieron constatar el deceso de la joven. ¿Qué o quién llevó a los agresores hasta el santuario de su hogar? El personal de la Fiscalía General del Estado recabó evidencia física y testimonios en la escena del crimen, pero hasta el momento se niega a especular sobre el móvil del homicidio.

Horas después, en el fraccionamiento Costa del Sol, el cuerpo sin vida de Any, de 26 años, fue descubierto con una herida cortante profunda en el cuello, presuntamente infligida con un arma blanca. El domicilio donde fue hallada presentaba anuncios que sugerían su dedicación al estilismo profesional. ¿Se trató de un robo, un ajuste de cuentas o un crimen de género? Las interrogantes se multiplican frente al silencio de las pesquisas oficiales.

Estos dos nuevos episodios elevan a 76 el número de mujeres víctimas de homicidio doloso en lo que va del año en el estado, una cifra escalofriante que se enmarca en el contexto de la guerra entre carteles rivales. Pero, ¿son solo daños colaterales de la narcoviolencia? La persistencia de estos crímenes, a menudo con ensañamiento y en la impunidad, obliga a cuestionar la narrativa oficial.

La investigación revela un caso particularmente desgarrador que conecta dos asesinatos en menos de 24 horas. Jennifer fue acribillada con rifles de alto poder junto al arco de entrada de la sindicatura de Costa Rica. Los datos recabados indican que era la madre de Jesús Adrián, un adolescente de apenas 15 años, ejecutado la noche anterior en un negocio de reparación de llantas cerca de la caseta de peaje de la carretera Benito Juárez, en Navolato.

Vecinos de Culiacancito reportaron al 911 intensas detonaciones de armas de fuego la mañana del jueves. Al salir de sus hogares, se encontraron con la escena dantesca: una mujer yacía en el pavimento, rodeada de sus propios rastros de sangre. La conexión entre la muerte del hijo y la posterior ejecución de la madre sugiere una venganza coordinada, una hipótesis que las autoridades no han confirmado ni descartado oficialmente.

Este reportaje, tras cruzar declaraciones, revisar expedientes y contrastar versiones, encuentra que detrás de la estadística hay una crisis de feminicidios que se nutre de la guerra entre grupos delictivos, pero también de una profunda impunidad y una normalización de la violencia contra las mujeres. La verdadera pregunta es cuántas más Paolas, Anys y Jennifers tendrán que morir antes de que estas muertes dejen de ser solo un número más en el recuento diario de la barbarie.

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