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La estrategia detrás del voto temprano en las elecciones judiciales

Expertos revelan cómo la hora de votar podría inclinar la balanza en los comicios judiciales.

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¿Qué sucede cuando la contienda electoral no solo se libra en las urnas, sino también en las filas de las casillas? Fuentes cercanas al proceso revelan que los simpatizantes de Morena podrían estar planeando una estrategia silenciosa pero decisiva: llegar al amanecer para asegurar los votos de los perfiles afines a la Cuarta Transformación. Pero, ¿es esto una muestra de compromiso cívico o un intento calculado de desincentivar la participación de votantes indecisos?

Luis Carlos Ugalde, ex presidente del Instituto Federal Electoral (IFE), no lo duda: “Cuando un elector independiente ve una fila interminable, las probabilidades de que desista aumentan. En cambio, un votante movilizado resiste. Ahí radica el valor táctico de actuar desde el primer minuto”. ¿Estamos ante una distorsión del juego democrático o simplemente ante una muestra más de la polarización que define esta era política?

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Los números no mienten: con solo 84,000 casillas instaladas—la mitad que en elecciones anteriores—, los centros de votación podrían convertirse en puntos críticos de congestión durante las primeras horas. Jaime Rivera, consejero electoral, admite que la asistencia temprana de bases partidistas es un fenómeno recurrente, pero se muestra cauteloso: “La disciplina no siempre garantiza el triunfo, aunque sin duda altera la percepción del proceso”.

Frente a este escenario, las autoridades electorales implementarán un protocolo inédito: entrega simultánea de boletas y entintado de dedos, eliminando el paso redundante por la mesa de casilla. ¿Será suficiente para equilibrar la balanza? Mientras los equipos de observación monitorean posibles irregularidades, una pregunta flota en el aire: ¿quién decide realmente el resultado—los votantes o los relojes?

Lo que comenzó como un análisis rutinario de logística electoral desvela un patrón inquietante: en la carrera por controlar la narrativa, el factor tiempo se ha convertido en un arma tan poderosa como los discursos. La ciudadanía, atrapada entre la prisa y el desaliento, enfrenta un dilema que trasciende las boletas: ¿participar en un sistema cuyas reglas parecen escritas para unos pocos?

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