Nacional
La farsa burocrática en la guerra contra el narco en Chiapas
La épica burocrática contra el crimen en la frontera, donde las órdenes de captura se multiplican más rápido que las detenciones.

El Gran Teatro de la Seguridad Nacional
En un alarde de eficacia sin precedentes, el glorioso Estado de Chiapas ha logrado el hito burocrático de emitir más de cincuenta órdenes de aprehensión contra aquellos caballeros emprendedores que, con admirable espíritu de iniciativa, habían tomado las riendas de la economía local en Frontera Comalapa. Estos visionarios, ahora injustamente perseguidos, demostraron durante dos años cómo se gestiona un territorio sin las molestas interferencias del estado de derecho.
El fiscal general, en un espectáculo digno de los mejores circos romanos, anunció con pompa que cuatro de estos ilustres empresarios han alcanzado la categoría de estrellas internacionales al merecer la distinción de una ficha roja de Interpol. ¡Qué honor! Mientras tanto, las órdenes de aprehensión acumulan polvo en algún archivador, esperando que la burocracia internacional se digne a movilizar sus recursos.
La estrategia de seguridad, obra maestra de la ingeniería social, consiste en desplegar más de mil quinientos elementos militares para custodiar una paz tan frágil que podría romperse con un suspiro. Se complementa con sobrevuelos de un helicóptero Black Hawk artillado —maravilloso juguete para adultos— y tres drones que sobrevuelan majestuosamente los cielos, mientras en la tierra los ciudadanos contemplan cómo el espectáculo aéreo no se traduce en seguridad tangible.
En este relato épico de la lucha contra el mal, no podían faltar los chivos expiatorios: un exalcalde y varios exfuncionarios convenientemente procesados para alimentar la ilusión de justicia. Mientras, los verdaderos arquitectos del caos disfrutan de la hospitalidad guatemalteca, probablemente entre risas y brindis por la ineptitud de sus perseguidores.
La joya de la corona es la narrativa oficial que proclama que ninguna familia tiene motivos para huir, atribuyendo los desplazamientos anteriores a meros viajes turísticos para visitar parientes. ¡Qué alivio saber que el terror se ha convertido en vacaciones familiares! La paz y tranquilidad están tan garantizadas que requieren un ejército permanente, helicópteros artillados y drones vigilantes. Así es la nueva normalidad chiapaneca: una paz armada hasta los dientes donde la institucionalidad se mide en toneladas de hardware militar y cero gramos de justicia efectiva.
Este monumental teatro de la seguridad, donde se confunde la acción con la representación, demuestra que contra el crimen organizado sobran los comunicados de prensa y faltan las capturas reales. El verdadero monstruo no son los vehículos incautados, sino la maquinaria burocrática que gira sobre sí misma mientras los ciudadanos esperan que la farsa termine y comience, por fin, la función de la justicia.

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