Nacional
La farsa del ganado invisible que encarece la carne en México
La escasez de controles ganaderos dispara los costos mientras las importaciones no alivian el bolsillo del consumidor.

En un acto de magia burocrática digna de Houdini, medio millón de aretes identificadores para ganado desaparecieron en el éter regulatorio, dejando tras de sí un rastro de precios inflados y explicaciones más huecas que un tambor. Homero García de la Llata, sumo pontífice de los ganaderos, reveló con solemnidad que el milagro de la carne cara se debe a que ahora, por arte de fiscalización, ya no pueden inventarse vacas fantasmas como antes.
“Hemos reducido en 50% la venta de aretes en el sur”, declaró el líder, omitiendo mencionar que el otro 50% probablemente sigue alimentando un mercado negro donde el ganado cruza fronteras con más libertad que un diputado en periodo vacacional. El resultado: un kilo de becerro que antes costaba lo que un café ahora vale como un menú ejecutivo, especialmente en el norte, donde las reses cotizan en bolsa.
La confesión más deliciosamente cínica llegó cuando admitió que las regulaciones eran tan flexibles como la moral de un coyote fronterizo: “Se accedían a más aretes de los que se podían comprobar”. Traducción: el sistema de trazabilidad funcionaba como el censo del país de las maravillas, donde las vacas sin papeles multiplicábanse por arte de conveniencia económica.
Y aquí el giro tragicómico: mientras los productores celebran precios “justos” (léase: inflados), los consumidores siguen pagando el pato… o más bien la res entera. García de la Llata, en un alarde de realismo mágico, aseguró que esto no tiene relación con los precios al público, como si la carne viajara del campo a la mesa mediante teletransportación cuántica, sin pasar por una cadena de intermediarios más larga que la lista de corrupción de un gobernador saliente.
El colmo fue su cuestionamiento sobre las importaciones brasileñas: “¿Dónde está el impacto de esas 50 mil toneladas?”. Respuesta obvia: en los bolsillos de los mismos de siempre, mientras el ciudadano de a pie sigue creyendo que la carne de res es un artículo de lujo como los diamantes o la gasolina premium.
En este circo ganadero, los únicos que no engordan son los mexicanos comunes, mientras el gobierno juega a la casita con paquetes antiinflacionarios tan efectivos como un paraguas de queso. ¿El verdadero animal en peligro de extinción? El poder adquisitivo.

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