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Nacional

La farsa del huachicol fiscal y la defensa de lo indefendible

La justicia desenmascara una red de corrupción que saqueaba las arcas públicas con sofisticación delictiva.

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El Gran Teatro de la Probidad Fiscal

En un espectáculo de virtud que hubiera enorgullecido al mismísimo Jonathan Swift, el Gran Maestre de la Seguridad Nacional, Omar García Harfuch, anunció con pompa y circunstancia la captura de catorce alquimistas modernos. Estos iluminados, en lugar de transmutar plomo en oro, se especializaban en la metamorfosis más prosaica de convertir diesel público en ganancias privadas.

La lista de detenidos, una joya de la narrativa kafkiana, presenta a una troupe de personajes identificados únicamente por letras, como si de un mal juego de Scrabble se tratara: Manuel Roberto “N”, Climaco “N”, y así sucesivamente, hasta completar un abecedario de la desvergüenza. Uno espera que la “N” signifique “Nababo” o “Nefasto”, pero probablemente solo signifique que estamos ante una comedia burocrática donde ni los protagonistas merecen nombre completo.

El elenco es tan diverso como predecible: tres empresarios que confundieron la libre empresa con el libre saqueo, cinco marinos que navegaban en aguas turbias de la corrupción, un retirado que no supo retirarse del delito, y cinco exfuncionarios de aduanas que hicieron de la frontera su telón de raya.

La Oda a la Contradicción Institucional

Pero el momento cumbre de esta tragicomedia llegó cuando el Gran Maestre, en un giro orwelliano digno de estudio, se erigió en defensor oficial de la Secretaría de Marina y de su anterior comandante. Con una retórica que hubiera hecho sonrojar al Ministerio de la Verdad, declaró que los actos aislados de “unos cuantos” no empañan la honorabilidad de la institución.

¡Magnífico ejemplo de pensamiento dual! La institución es intachable, excepto por los intachables que manchan su intachabilidad. Es como afirmar que el océano está limpio excepto por el agua que lo ensucia. Esta defensa férrea de lo evidentemente corruptible nos transporta a esos mundos satíricos donde el lenguaje se retuerce hasta significar exactamente lo contrario de lo que dice.

El espectáculo mediático, con la presencia de los titulares de todas las agencias de seguridad, nos recordó que en el reino de la apariencia, lo importante no es resolver el problema, sino aparecer resolviéndolo. Diez millones de litros desviados requieren no solo de unos cuantos malandrines, sino de una estructura de complicidad que huele más a combustible podrido que a diesel fresco.

Así, entre iniciales que protegen a los culpables y discursos que absuelven a los responsables, la farsa del huachicol fiscal se representa día tras día en el gran teatro de la impunidad mexicana, donde el único líquido que realmente fluye es el de la hipocresía institucional.

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