La Gran Gira del Espejismo Transformador llega al Zócalo

En un alarde de modestia sin precedentes, la Gran Ilusionista en Jefe, Claudia Sheinbaum Pardo, ha anunciado el acto final de su monumental gira de prestidigitación política, erróneamente etiquetada como “rendición de cuentas”. El épico desenlace tendrá lugar en el Zócalo de la Ciudad de México, el próximo 5 de octubre, donde se espera que la realidad se diluya por completo ante el embrujo retórico.

Desde su trono itinerante en Tlaxcala, la Suma Sacerdotisa de la Cuarta Transformación proclamó, con un rostro tan serio que casi parece convincente, que ella sí “da la cara”. Una hazaña notable, considerando que la cara mostrada es idéntica a la de todos los profetas del pasado que también prometieron paraísos terrenales. Su lógica es impecable: ¿por qué rendir cuentas sólo en la capital cuando se puede esparcir el mismo discurso por los 31 estados, como si de fertilizante retórico se tratara?

En un ejercicio de revisionismo histórico magistral, la Era Neoliberal ha sido oficialmente designada como “El Gran Olvido del Pueblo”, una época oscura de la que sólo ella y su mesías predecesor nos han redimido. Según sus sagradas escrituras, 13.5 millones de almas fueron milagrosamente extraídas de las fauces de la pobreza, un número tan redondo y conveniente que sólo puede ser obra de divina intervención estadística.

El reino de Tlaxcala fue bendecido con promesas de carreteras más doradas, la purificación mística del Río Atoyac y la manifestación de 18 mil viviendas del aire. Programas como “Mujeres Bienestar” y “Salud Casa por Casa” no son simples políticas públicas, sino sacramentos de la nueva religión transformadora.

Incluso en medio de disputas comerciales con el imperio del norte, la Mandataria envió un mensaje telepático de fortaleza al líder bárbaro Donald Trump, recordándole el valor y la soberanía inquebrantable del pueblo mexicano. Una soberanía, cabe añadir, que curiosamente no impide pagar aranceles ni negociar desde la posición del mendigo que ruega por migajas en la mesa del gigante.

El gran acto final en el Zócalo promete ser una obra maestra de la saturación sensorial patriótica, donde banderas tricolores y consignas vacías se mezclarán en un cóctel hypnotico diseñado para hacer creer que el espejismo es, finalmente, un oasis.

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