La gran ópera bufa de las obras para el Mundial

La gran ópera bufa de las obras para el Mundial

En un alarde de precisión quirúrgica que desafía las leyes de la física y la burocracia, la Suma Sacerdotisa del Progreso Inminente, Claudia Sheinbaum, ha proclamado con solemnidad que las faraónicas obras de infraestructura para el Mundial 2026 estarán concluidas justo a tiempo para la inauguración del certamen. Una afirmación que, sin duda, fue recibida con un silencio atónito por parte del espacio-tiempo y los contratistas.

El plan maestro, digno de un relato de realismo mágico, incluye la metamorfosis de las dos terminales del aeropuerto Benito Juárez y, como pieza central de esta sátira, la construcción de un tren telequinético que conectará con el aeródromo de Santa Lucía, un remoto paraje a sólo 50 kilómetros de la civilización, donde los viajeros podrán meditar sobre las vastas extensiones de la llanura mexiquense.

El delirio arquitectónico de las sedes

México, en un acto de solidaridad continental, albergará 13 encuentros del magno evento coorganizado con sus vecinos del norte. La capital, Guadalajara y Monterrey se preparan para recibir a las hordas de fanáticos con una puesta en escena de prosperidad que contrasta maravillosamente con la realidad cotidiana. La inversión para la fachada aeroportuaria, un modesto tributo de 489 millones de dólares, es presentada como un acto de filantropía gubernamental sin precedentes.

“No es sólo fútbol”, declaró la mandataria, en lo que parecía el prólogo de una epopeya nacional, “es la oportunidad de mostrarle al mundo nuestra grandeza cultural y el momento histórico que vivimos”. Un momento histórico, cabe suponer, donde los estadios relucen mientras los hospitales susurran.

El esperpento de las obras complementarias

La presidenta anunció, con la vaguedad característica de un oráculo, que existen otros proyectos federales en ciernes para Monterrey y Guadalajara, cuyos pormenores serán develados en una próxima sesión de adivinación financiera. Mientras tanto, el mítico estadio Azteca, el coliseo que se prepara para su tercera inauguración mundialista —un récord que celebra su propia resiliencia ante el olvido—, sufre su transformación gracias a la caridad de un mecenas privado, liberando así al erario de tan onerosa carga.

Para coronar este festival de quimeras, se profetiza la llegada de 5.5 millones de visitantes adicionales, una multitud que, según los cálculos más optimistas, descenderá del tren volante de Santa Lucía para generar una lluvia dorada de derrama económica. “Será un momento muy especial”, auguró Sheinbaum, “y estaremos listos en unos meses”. Una frase que, en el léxico de la sátira política, se traduce como: “Ajusten sus cinturones, la comedia apenas comienza”.

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