La gravedad no fue el único peligro en el arroyo de Allende

En un acto de rebeldía contra las leyes de la física —y quizá contra el sentido común—, una camioneta decidió emanciparse del asfalto y lanzarse a un arroyo en Allende, como si buscara refrescarse de tanto calor institucional. El vehículo, cansado de ser ignorado por las autoridades de tránsito, optó por un descenso abrupto de cinco metros, llevando consigo a cinco pasajeros que, contra todo pronóstico, sobrevivieron para contarlo (aunque con más moratones que dignidad).

El incidente, reportado al 911 con la urgencia típica de un trámite burocrático, reunió a un elenco de héroes modernos: paramédicos de Protección Civil y la Cruz Roja, quienes, entre gritos y selfies, lograron rescatar a las víctimas. Las dos mujeres y tres hombres fueron trasladados a distintos hospitales, donde seguramente recibirán facturas más dolorosas que sus heridas. Mientras tanto, la camioneta sigue en el arroyo, esperando que algún funcionario la rescate… o al menos le ofrezca un discurso vacío sobre seguridad vial.

¿La moraleja? En un país donde las carreteras son tan predecibles como la corrupción, hasta los vehículos pierden la paciencia.

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