El paisaje de la crisis en Sinaloa
El territorio sinaloense se encuentra sumido en un ciclo de violencia extrema, una realidad que se ha normalizado durante más de un año. La capital, Culiacán, es el epicentro de un conflicto bélico entre facciones del Cártel del Pacífico, que ha escalado con una ola reciente de casi medio centenar de ejecuciones.
Los enfrentamientos se desplazan por la geografía estatal: desde las zonas altas de Culiacán hasta el sur, con focos rojos en municipios como Navolato, y esporádicamente en Guasave o Los Mochis, en la ruta hacia Sonora.
Un oficial de las fuerzas de seguridad, con amplia trayectoria en la región, describe la situación con crudeza: “Es la purga de lo que queda”.
La disputa por el territorio criminal
Esta “purga” se dirige contra la facción conocida como Los Chapitos, el grupo liderado por los hijos libres del exnarcotraficante Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, cuya estructura operativa ha sido diezmada severamente en los últimos meses.
Recientemente, el Gabinete de Seguridad federal, comandado por el secretario Omar García Harfuch, reportó la captura de seis integrantes de esta organización tras un enfrentamiento en Culiacán. Entre los abatidos se encontró el presunto líder del grupo, Ezequiel Rubio, alias ‘Morral’.
Morral y otros detenidos formaban parte de la red criminal de José Ángel Canobbio, alias ‘Güerito’, un pilar fundamental de Los Chapitos conocido como ‘Los Chimales’, celebrado en numerosos corridos y relatos criminales.
Canobbio, solicitado por Estados Unidos, fue detenido en febrero en uno de los golpes más significativos contra la facción. El gobierno de Claudia Sheinbaum lo extraditó posteriormente como parte de un grupo de 29 presuntos narcotraficantes transferidos a prisiones estadounidenses. Las autoridades señalaron que ‘Güerito’ coordinó los enfrentamientos con las fuerzas federales en 2019 y 2023 durante los intentos de capturar a Ovidio Guzmán.
La respuesta institucional y el clamor social
Los eventos conocidos como ‘culiacanazos’ ahora parecen distantes, reemplazados por una violencia cotidiana que ha normalizado la muerte en las calles.
La escalada reciente ha dejado un saldo de al menos 41 víctimas mortales en seis días. En respuesta, García Harfuch declaró ante la Cámara de Diputados que Sinaloa es una prioridad y afirmó que es posible lograr la pacificación.
- Esta espiral de violencia ocurre en medio de un profundo hartazgo social. Centenares de personas se manifestaron en Mazatlán, el principal destino turístico del estado, para exigir respuestas sobre los 1,391 desaparecidos registrados desde que inició el conflicto en septiembre del año pasado, según la Secretaría de Gobernación. De estos, 157 han aparecido sin vida.
La Fiscalía local reporta cifras aún más elevadas de desapariciones, una discrepancia difícil de explicar. El reclutamiento forzado por los grupos en pugna—Los Chapitos por un lado y los hijos de Ismael ‘El Mayo’ Zambada por el otro—explica parcialmente estas estadísticas, complementadas por la ocultación de cadáveres de víctimas del conflicto.
- La desaparición a principios de octubre de Carlos Emilio Galván, un joven de 21 años de Durango, en un establecimiento de Mazatlán propiedad del entonces secretario de Economía estatal, Ricardo Velarde, catalizó las protestas del fin de semana.
El establecimiento afirma haber proporcionado material audiovisual e información a la Fiscalía, pero el paradero del joven permanece desconocido. Velarde presentó su renuncia al cargo, mientras la continua ola de eventos violentos amenaza con opacar el caso.
La guerra híbrida y la disputa digital
El futuro del conflicto criminal en el estado resulta impredecible, más allá de la especulación propagada en plataformas digitales. Pioneros en la desinformación en contextos criminales, tanto Los Chapitos como Los Mayos han desarrollado sofisticados ecosistemas digitales—canales y cuentas en diversas plataformas—para difundir sus supuestos avances, alianzas y victorias.
Este ecosistema de guerra cognitiva frecuentemente incluye material audiovisual de ejecuciones, detonaciones de artefactos explosivos y patrullajes sincronizados con corridos populares, creando una narrativa paralela que distorsiona la percepción del conflicto.
Un agente explica la naturaleza cíclica de la violencia: “Lo ejecutan por etapas. Neutralizan a varios objetivos, muchos se ocultan o huyen, y los grupos rivales requieren de tres a cuatro semanas para reubicarlos. Es una cacería constante entre facciones”.
La referencia a “los del sombrero” alude a la facción de los hijos de ‘El Mayo’ Zambada, presuntamente comandada por Ismael Zambada Sicairos, alias ‘Mayito Flaco’. Según inteligencia, Sicairos habría consolidado alianzas con importantes figuras del crimen local, aunque ninguna con el poder de Fausto Isidro, alias ‘Chapo’, quien mantiene su feudo en Guasave y habría aprovechado el conflicto para expandir su influencia hacia la sierra y el sur, en dirección a Culiacán.


















