La IA generativa sigue siendo un misterio para la mitad de las empresas

En un giro cómico digno de Los viajes de Gulliver, el 50% de las fábricas globales siguen usando la IA generativa como los neandertales usaban el fuego: con miedo, torpeza y la sospecha de que es magia oscura. Según el oráculo de NTT Data (también conocido como “informe”), estas empresas confunden chatbots con hornos microondas y creen que “gobernanza responsable” es dejar que el becario descargue ChatGPT en su celular.

El estudio revela que, mientras el 95% de los ejecutivos repiten como loros que la IA “mejora la eficiencia”, sus infraestructuras tecnológicas parecen sacadas de una película de Chaplin: obsoletas, chirriantes y propensas a incendiarse cuando se menciona “nube computacional”. Víctor Juárez de Panduit lo resume así: En México queremos IA, pero el presupuesto alcanza sólo para un Tamagotchi.

Y mientras el gobierno federal anuncia su Plan México (cuyo lema no confirmado es “Invertimos en el futuro, pero pagamos en pesos devaluados”), las empresas manufacturas adoptan la tecnología con la misma estrategia que un borracho montando un unicornio: agarradas de las crines, rezando y esperando no caer en el primer bache regulatorio.

Lo irónico, claro, es que estas mismas compañías que no saben configurar un correo electrónico creen que la IA resolverá sus problemas de control de calidad. ¡Automatizaremos los errores! gritan, mientras sus algoritmos confunden tornillos con donas y envían pedidos a dimensiones paralelas. Jonathan Swift hubiera sugerido que, tal vez, deberían empezar por aprender a usar Excel antes de jugar a ser dioses digitales.

Así avanza la Cuarta Revolución Industrial: mitad Black Mirror, mitad obra de teatro escolar donde todos olvidan su guión. ¿El verdadero reto? Que cuando la IA supere a los humanos, estas empresas ni siquiera sepan apretar el botón de “apagar”.