Una Herida Profunda para Nuestra Comunidad de Fe
Con una pesadez en el corazón que solo quienes hemos servido en zonas de conflicto podemos comprender, recibimos la noticia del hallazgo sin vida del padre Bertoldo Pantaleón Estrada. No es solo la pérdida de un párroco de San Cristóbal, Mezcala; es un golpe directo al tejido social que sacerdotes como él ayudan a sostener en la Diócesis de Chilpancingo-Chilapa, en Guerrero. He visto a lo largo de los años cómo estos pastores se convierten en el último bastión de esperanza para comunidades olvidadas.
La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), en un comunicado que refleja el duelo colectivo, agradeció su entrega generosa y su incansable servicio a la evangelización y a la grey que le fue encomendada. Desde mi experiencia, sé que esta “entrega” va más allá de los sermones; implica mediar en conflictos, consolar a las familias de víctimas y, a menudo, arriesgar la propia integridad para ser una luz en medio de la oscuridad. Condenamos, con una tristeza que se ha vuelto lamentablemente familiar, los hechos de violencia que enlutan a la feligresía católica y siembran el terror.
Por ello, la exigencia de la CEM a las autoridades estatales y federales es clara e impostergable: una investigación pronta, exhaustiva y transparente. He aprendido que sin una pesquisa rigurosa, estos crímenes quedan en la impunidad, enviando un mensaje devastador de que algunas vidas valen menos. El esclarecimiento de este homicidio no es solo un acto de justicia para el padre Bertoldo, sino una declaración de principio para todos los servidores públicos y líderes comunitarios.
La CEM afirmó con contundencia que ninguna forma de violencia puede tener cabida en una sociedad que dice honrar la vida y anhela el bien común, la verdad y la paz. Esta no es una mera declaración de principios; es un recordatorio urgente de que la indiferencia nos corroe como nación. Finalmente, elevamos una plegaria para que al sacerdote Bertoldo Pantaleón le sea concedido el gozo eterno, un consuelo teológico que, en momentos como este, lucha por calmar el dolor terrenal.
El párroco fue encontrado sin vida después de haber sido reportado como desaparecido, un patrón angustiante que he visto repetirse. Como respuesta, la Fiscalía General del Estado de Guerrero inició una carpeta de investigación. “Tras tener conocimiento de los hechos, agentes de la Policía Investigadora Ministerial y peritos de la Coordinación de los Servicios Periciales se movilizaron al sitio del hallazgo para realizar el procesamiento de la escena y el levantamiento y análisis de indicios”, detalló la institución. Este procedimiento, que suena tan técnico, es el primer y más crítico paso en la larga batalla por la justicia. Oramos para que, esta vez, no quede en promesas.