La insaciable maquinaria del progreso devora la costa

El Gran Teatro de la Sustentabilidad Representa su Obra Maestra

En un alarde de celo burocrático que solo puede describirse como heroico, el Ministerio del Autoelogio Ambiental, conocido por sus siglas PROFEPA, ha decidido clausurar treinta y un templos del progreso y el derroche, también llamados “desarrollos turísticos”. La operación, bautizada como “Raspando la Superficie”, desplegó un ejército de 151 paladines de la ecología para enfrentarse al enemigo más formidable: el cemento fresco en lugares donde solo debería haber raíces de mangle y arena.

La ofensiva se centró en esos paraísos terrenales donde la élite depredadora, en su sagrado derecho a tomar sol con cóctel en mano, había cometido el imperdonable error de construir sus santuarios sin la debida bendición en papel sellado. Los escenarios de este drama ecológico fueron múltiples: desde los humedales de Campeche, convertidos en el patio trasero de futuros condominios, hasta las dunas de Nayarit, ahora cimientos de la opulencia.

El Manual del Perfecto Infractor Ambiental

Los patrones de conducta de estos modernos alquimistas, empeñados en transformar ecosistema en dividendos, fueron notablemente consistentes. La técnica favorita: el “relleno creativo”, una práctica que consiste en hacer desaparecer manglares mediante el simple expediente de cubrirlos con toneladas de tierra, como si se tratara de un truco de magia para inversores. Oaxaca, Michoacán y Baja California Sur se distinguieron por su audaz filosofía de “construir primero y pedir perdón (o un permiso) después”.

Mientras tanto, en Sonora y Sinaloa, la Zona Federal Marítimo Terrestre fue tratada como un bien comunal libre para todos, un salón vacío esperando a que alguien colocara un toldo y una parrilla. La arrogancia humana no conoció límites, con hoteles en Tamaulipas que decidieron que sus fachadas merecían una ampliación oceánica, y un restaurante en Veracruz que, en un acto de integración culinaria, optó por fundir su cocina con el manglar colindante.

La Caballería (Burocrática) al Rescate

Frente a esta orgía de ilegalidad, las instituciones del Estado se coordinaron en una sinfonía de eficacia punitiva. La Guardia Nacional, la Secretaría de Marina y la Policía Estatal unieron fuerzas para… acompañar a los inspectores mientras estos colocaban los sagrados sellos de clausura. Su misión: proteger los ecosistemas de alta presión inmobiliaria, una zona de conflicto donde el valor de un metro cuadrado de vista al mar supera, con creces, el valor de un ecosistema entero.

Entre los casos más emblemáticos de esta epopeya destaca la Laguna de Términos en Campeche, donde el manglar, ese obstinado arbusto acuático, se atrevió a interponerse en el camino de la plusvalía. No menos loable fue la intervención en las playas de Huatulco, donde el concepto de “área natural protegida” había sido interpretado por los desarrolladores como “área naturalmente protegida para mis proyectos”.

En definitiva, este operativo nos recuerda la eterna danza entre el deseo humano de dominar la naturaleza y la necesidad burocrática de regular hasta el último grano de arena. Un ballet absurdo donde, por unos días, los sellos de clausura fueron más fuertes que las palas mecánicas, en una pausa dramática antes de que comience el próximo acto de esta farsa ecológica.

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