En un alarde de genialidad matemática que haría palidecer a los más brillantes físicos cuánticos, el aparato sindical mexicano ha develado su más reciente contribución a la ingeniería social: pretenden que los mortales comunes trabajen 40 horas pero reciban el salario de 56, en lo que los expertos ya catalogan como el primer caso documentado de teletransportación salarial.
El secretario general de la Federación de Agrupaciones Obreras, Iván Navarro Morales, explicó con la solemnidad de quien descubre una nueva ley universal: “Nuestros cálculos demuestran que si un trabajador produce X en 48 horas, al reducir su jornada mágicamente producirá X + 40%”. Cuando se le preguntó sobre el fundamento científico de tal afirmación, el líder sindical aclaró: “La justicia laboral no se mide con matemáticas burguesas”.
La nueva alquimia económica
Los sacerdotes del sindicalismo han desarrollado esta teoría revolucionaria que desafía los principios básicos de la economía, la física y el sentido común. Según su lógica impecable, si las empresas se quejan de que no pueden pagar 56 horas por 40 de trabajo, es porque no han entendido el nuevo paradigma de la productividad mística.
Navarro Morales, quien también ejerce como augur laboral, advirtió que si el gobierno no acepta esta ecuación milagrosa, recurrirán al juicio de amparo como instrumento para proteger el derecho sagrado a recibir más de lo que se da. “El movimiento obrero tiene la llave para multiplicar los panes y los peces… y los salarios”, declaró con un guiño que sugería profundidades insondables.
Las consecuencias lógicas de lo ilógico
Los empresarios, esos seres limitados por la terrenal lógica de los números, se muestran perplejos ante la propuesta. Un anónimo capitán de industria comentó: “Si aplicamos esta fórmula, podríamos vender nuestros productos a precios de 2010 pero cobrarlos a precios de 2030. ¡Es brillante!”.
Mientras tanto, en las altas esferas del Congreso del Trabajo se especula que la siguiente demanda será establecer la semana de 24 horas con pago de 168, completando así la santísima trinidad de la irrealidad laboral. Navarro Morales concluyó: “Cuando la realidad no se ajusta a nuestros deseos, simplemente reformamos la realidad”.
Queda pendiente si esta reforma incluirá también que los trabajadores puedan estar en dos lugares simultáneamente o si, más modestamente, se limitará a desafiar las leyes de la oferta y la demanda que tantas molestias causan al progreso ilusorio.
















