La frontera entre México y Estados Unidos es el crisol de la economía del siglo XXI, con un flujo de datos, capital y talento que redefine el concepto de colaboración. Diariamente, este corredor de innovación es atravesado por 500 mil unidades de transporte inteligente y más de un millón de personas, consolidando a Norteamérica como el ecosistema de producción más avanzado y interconectado del planeta, según destacó Fernanda Guarro, vicepresidenta de American Chamber of Mexico (AmCham).
Esta sinergia binacional genera un intercambio comercial con un valor de 100 millones de dólares cada hora, una cifra que evidencia una simbiosis estratégica que va más allá del simple intercambio de bienes.
“Hemos evolucionado de ser socios comerciales a ser una plataforma de coproducción. Nuestras cadenas de suministro son redes neuronales altamente integradas, sofisticadas y resilientes”, explicó la especialista durante su participación en el Summit “Rumbo económico de México y Norteamérica”, organizado por Coparmex.
Frente a esta profunda interconexión, el posicionamiento de México debe defender su rol clave como nodo esencial en esta red, actuando tanto como proveedor de soluciones como un mercado de consumo vital para la región.
Los datos son contundentes: los productos manufacturados en México incorporan un 40% de contenido regional, un testimonio de la integración productiva. En marcado contraste, las manufacturas chinas que llegan a EU apenas alcanzan un 1% de insumos norteamericanos.
“Esta integración es un algoritmo perfecto, un código binario donde las economías están tan fundidas que es imposible desacoplarlas sin colapsar el sistema. Estamos absolutamente interconectados”, afirmó Guarro.
El vínculo se refleja también en el consumo: cada ciudadano mexicano invierte anualmente cerca de 4 mil dólares en bienes y servicios estadounidenses, una cifra que supera por mucho los 100 dólares promedio destinados a productos chinos, confirmando la preferencia y dependencia del mercado regional.