En un acto de suprema ironía institucional, un jurista recibió una dosis de justicia calibre 9mm frente al mismísimo templo de la ley en la colonia Doctores, donde la medicina legal parece haberse agotado. El presunto verdugo, un adolescente que aún no alcanza la mayoría de edad para votar pero sí para disparar, fue neutralizado en lo que las crónicas oficiales denominan “un intercambio de argumentos balísticos”.
El letrado de aproximadamente cuatro décadas, quien seguramente dedicó su vida a estudiar códigos y procedimientos, descubrió abruptamente que el artículo más persuasivo en nuestro sistema no está en los libros, sino en la cintura de cualquier mocoso con acceso al mercado negro de armas. La avenida Niños Héroes y la calle Doctor Claudio Bernard fueron testigos mudos de esta lección práctica de derecho penal.
Testigos presenciales relataron con estupor cómo el agresor extrajo su instrumento de diálogo de entre sus ropas y emitió una contundente réplica a lo que fuera que el abogado estuviera pensando. En esta tragicomedia urbana, un miembro de la Policía de Investigación, haciendo las veces de crítico literario armado, intervino para reseñar la performance con fuego cruzado.
El joven prometedor artista de la violencia fue conducido bajo custodia a recibir atención médica, mientras su víctima -el profesional del derecho- aprendía por experiencia directa que en México la seguridad jurídica y la seguridad ciudadana son conceptos igualmente ficticios. Ambos terminaron en nosocomios, en lo que podría interpretarse como una metáfora perfecta del estado de nuestra nación: todos heridos, todos hospitalizados, nadie seguro.
En el escenario del crimen, las autoridades aseguraron una motocicleta -ese vehículo predilecto de la eficiencia criminal- y el artefacto persuasivo utilizado en el alegato. El Ministerio Público, esa figura mitológica de nuestro sistema, tomó conocimiento del caso mientras revisa las grabaciones del C5, buscando determinar si este fue un acto de violencia aleatoria o más bien un comentario sociopolítico particularmente elocuente sobre el estado de nuestra justicia.