En un sublime ejemplo de la eficacia burocrática que caracteriza a nuestras instituciones, la justicia mexicana ha logrado lo que ningún padre de las 49 víctimas infantiles pudo: que Sandra Lucía Téllez Nieves, arquitecta del infierno en la Guardería ABC, finalmente cumpla su condena… después de dieciséis años, una fuga internacional y un espectáculo jurídico que haría sonrojar a Kafka.
La socia propietaria de este establecimiento modelo, donde el fuego devoró a inocentes mientras el Estado hacía galas de su negligencia monumental, había recibido originalmente una condena de 28 años que, mediante el mágico ritual de la apelación, se transformó en apenas cinco. Una reducción matemáticamente imposible que solo puede explicarse mediante esa alquimia judicial reservada para ciertos delincuentes.
Liberada anticipadamente con la única obligación de firmar periódicamente -un castigo que sin duda haría reflexionar a cualquier criminal endurecido-, la señora Téllez consideró que su reinserción social estaría mejor servida al otro lado de la frontera, donde las playas de Arizona ofrecen mejor clima que las celdas de Hermosillo.
Tras este exilio voluntario que duró lo suficiente para que una generación completa creciera sin sus hijos, las diligencias internacionales finalmente dieron fruto. No mediante un complejo operativo de inteligencia, sino a través de ese mecanismo infalible llamado deportación controlada, donde nuestros vecinos del norte hacen el trabajo pesado que nuestro sistema no pudo completar.
La Fiscalía General de la República, en un comunicado que rezuma triunfalismo institucional, anunció que la prófuga ya se encuentra en el Centro de Reinserción Social Femenil de Hermosillo, ese spa carcelario donde las condenadas purgan sus penas mientras el fantasma de 49 niños las observa desde cada rincón.
Mientras tanto, en el gran teatro de lo absurdo, el incendio de la Guardería ABC permanece como ese episodio fundacional de la impunidad que marcó no solo un sexenio, sino toda una era donde la justicia para las víctimas siempre llega con retraso, incompleta y precedida de un boletín de prensa.