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La macabra burocracia del ADN en un caso de desaparición

La espera angustiosa de una familia mientras la ciencia decide si los restos hallados son los de su ser querido.

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En un espectáculo digno de los trámites más absurdos del siglo XXI, la familia de Andrea Lizehet Macías Chávez deberá esperar seis semanas para que un laboratorio confirme lo obvio: que los restos óseos encontrados en Lomas de El Salto probablemente sean los de la joven desaparecida en Nochevieja. Así funciona la justicia en la era moderna: con la eficiencia de un reloj de arena en manos de un buzo.

“No podemos confirmar ni desmentir nada, porque la ciencia avanza a la velocidad de un caracol con sobrepeso”, declaró Cynthia Macías, hermana de la víctima, en lo que parece ser el nuevo lema no oficial del sistema forense mexicano. Las pruebas genéticas, ese ritual contemporáneo donde la esperanza choca con la burocracia, se realizan con la premura característica de un país donde los relojes parecen funcionar al revés.

El hallazgo, realizado por autoridades que probablemente estaban allí más por obligación que por convicción, ocurrió el 30 de mayo. Un mes y medio después de que el principal sospechoso, Víctor Arturo</strong, alias "el cuentista", tejiera una fábula sobre visitas maternas inexistentes. Mientras tanto, las pruebas se evaporaron como el compromiso estatal contra la violencia de género.

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“Seguimos el guion que nos dieron, como buenos extras en esta tragicomedia institucional”, admitió Cynthia, describiendo sin querer el modus operandi de las investigaciones policiales: creer primero al victimario y dudar después de las víctimas. El presunto feminicida, por supuesto, ya disfruta de prisión preventiva, ese curioso limbo jurídico donde los culpables descansan mientras las familias se consumen.

Lo más hilarante (en el sentido más negro del término): el sistema solo reaccionó cuando vecinos confirmaron lo que cualquier observador medianamente perceptivo hubiera deducido: que Víctor, la pareja actual, aplicó el clásico “se fue de pinta” para cubrir su crimen. Andrea, madre de dos hijos, buscaba trabajo, no aventuras, pero en este país eso parece ser un delito capital.

Así funciona la maquinaria de la justicia: lenta para prevenir, ágil para encubrir, y siempre puntual para emitir facturas de dolor a crédito. Bienvenidos al México donde las mujeres desaparecen y el Estado tarda seis semanas en confirmar lo evidente.

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