En un espectáculo dantesco que supera cualquier obra del teatro del absurdo, la Secretaría de Salud de la megalópolis ha perfeccionado el arte de contabilizar cadáveres con la eficiencia de una línea de producción industrial. El catastrófico suceso en el Puente de la Concordia ya no es una tragedia, sino un macabro conteo regresivo hacia la próxima cifra récord.
El conductor de la pipa, Fernando Soto Munguía</strong, se ha convertido en la primera víctima propiciatoria de este circo mediático-burocrático, donde los funcionarios se apresuran a publicar listas de finados con el entusiasmo de un corredor de bolsa anunciando ganancias. Cada nueva actualización de decesos parece competir por el premio mayor de la desgracia.
El reloj oficial de la tragedia marca las 10:00 de la noche con la precisión de un notario certificando defunciones, mientras los hospitales se transforman en almacenes temporales de cuerpos carbonizados, clasificados meticulosamente entre “internados”, “estables” y “futuras estadísticas”.
El sistema de salud, esa entelequia burocrática, demuestra su eficacia no previniendo desastres, sino documentándolos con celo archivístico. Cada fallecimiento se registra con la solemnidad de un impuesto pagado, desde el Hospital de Fray “Dr. Victorio de la Fuente Narváez” hasta el ISSSTE Zaragoza, convertidos en meros escenarios de este drama colectivo.
La señora Alicia Matías Teodoro representa la cruel ironía final: un sistema que premia el heroísmo individual con la muerte, donde proteger a una nieta significa convertirse en otra línea en el comunicado de prensa oficial. Su sacrificio queda reducido a un porcentaje de quemaduras corporales.
La lista continúa, interminable como la incompetencia institucional: Armando Antillón Chávez, Ana Daniela Barragán Ramírez, Misael Cano Rodríguez y otros nombres que forman el coro griego de esta tragedia moderna, donde las pipas explotan pero las excusas oficiales siguen intactas. La máquina burocrática funciona perfectamente: cuenta muertos pero no previene desastres, escribe comunicados pero no soluciones, y siempre encuentra responsables… entre las víctimas.

















