La Marcha del Orgullo LGBT+ exige derechos reales sin politización

Ciudad de México.- Con una energía que solo décadas de lucha pueden infundir, la Marcha del Orgullo LGBT+ de 2025 demostró que la comunidad ya no se conforma con gestos simbólicos. Desde mi primera marcha en 2010 hasta hoy, he visto cómo evolucionan las demandas: ahora exigen reformas tangibles en salud, visibilidad y sobre todo, el cese de la instrumentalización política. La escena en el Ángel de la Independencia era poderosa: familias multigeneracionales, jóvenes con banderas que brillaban bajo el sol, y veteranos del movimiento con camisetas de ediciones pasadas, todos unidos.

Recuerdo cuando las empresas y partidos llegaron por primera vez a la marcha hace años, muchos lo celebraron como “inclusión”. Hoy, los gritos de “¡Fuera Morena!” y el rechazo a los contingentes oficialistas muestran una madurez colectiva. Como activista, he aprendido que los discursos institucionales con banderas arcoíris no sustituyen políticas públicas. El momento más revelador fue cuando un bloque quemó fotos de la exposición militar: no era vandalismo, sino una crítica visceral a cómo se usa la imagen de ayuda humanitaria para lavar violaciones a derechos humanos.

Los senadores repartiendo condones de sabores mientras impulsan leyes inconclusas me recordó una lección clave: la verdadera inclusión no se mide por gestos mediáticos, sino por presupuestos para clínicas trans, educación sexual integral y justicia para víctimas de crímenes de odio. Esta marcha, la más numerosa que he visto, dejó claro que la comunidad ya no negocia su dignidad por migajas de representación.