La mosca soberana y el gusano que paraliza naciones

En un alarde de ingenio geopolítico que dejaría pálidos a los estrategas más curtidos, la Jefa del Estado Mexicano, Claudia Sheinbaum Pardo, reveló el sublime y trascendental requisito para apaciguar al coloso del norte: una fábrica de dípteros estériles. Sí, estimado lector, el destino de la potente ganadería nacional, el flujo comercial y la dignidad fronteriza penden ahora del frágil vuelo de un enjambre de moscas criadas con esmero burocrático.

La Diplomacia de la Mosca Estéril

Desde el sagrado recinto de Palacio Nacional, la Mandataria explicó con la solemnidad de quien anuncia un tratado de paz que la superpotencia estadounidense ha fijado sus condiciones. No son misiles, ni aranceles, ni complejos acuerdos comerciales. El talismán requerido es una planta de producción de insectos. “¿Esta apertura… sería lo que está pidiendo Estados Unidos?”, inquirió una voz, quizás esperando una negativa que desvelara la farsa. La respuesta fue un contundente “Pues sí”, consagrando así una nueva era donde la soberanía se mide en toneladas de moscas irradiadas.

La Carrera Armamentística Entomológica

Enfrascada en esta guerra fría contra el gusano barrenador, la administración federal se apresura a igualar la capacidad bélico-entomológica de su vecino. “Lo mismo está haciendo Estados Unidos”, declaró Sheinbaum, pintando un panorama de dos naciones en una frenética competición por ver quién libera más insectos estériles en su territorio. La tecnología de vanguardia de hace medio siglo es ahora el sine qua non para que una res pueda cruzar el Río Bravo. El Secretario de Agricultura, Julio Berdegué, supervisa personalmente esta crucial movilización de recursos, donde los protocolos sanitarios se negocian con la urgencia de un consejo de guerra.

La promesa es inaugurar este centro de irradiación y liberación para junio, aunque el ejecutivo jura “acelerar los trabajos”. Mientras, vastas regiones como Sonora, Coahuila y Durango aguardan con el ganado listo, produciendo una proteína de calidad mundial que no puede viajar, esperando el beneplácito que solo un ejército alado puede otorgar. No se reportan casos de la plaga, pero la certidumbre diplomática, al parecer, solo puede ser garantizada por la meticulosa logística de millones de pequeños seres sexuadamente frustrados. He aquí el sublime teatro de la gobernanza moderna: donde la solución a un problema complejo se reduce a una absurda condición única, y un país entero debe aprender a hablar el lenguaje de las moscas para ser escuchado.

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