La Noche de Rábanos, donde la historia se talla con las manos

La tradición que florece en las manos

Tras décadas presenciando la Noche de Rábanos en Oaxaca, he aprendido que esta festividad es mucho más que una curiosidad turística. Es el pulso de una comunidad que dialoga con la tierra. Cada 23 de diciembre, los artesanos no solo tallan rábanos y totomoxtle; esculpen la memoria colectiva, transformando humildes productos del campo en narrativas visuales profundas. Recuerdo años donde las mesas exhibían principalmente motivos navideños y paisajes bucólicos. Hoy, como experto observador, veo una evolución hacia un arte socialmente consciente, donde la destreza manual se alía con el comentario histórico.

El arte como espejo de la realidad

La creación del artesano Javier González este año es un testimonio poderoso de esta madurez. Al recrear la entrada de la extinta Policía Federal Preventiva (PFP) durante el conflicto magisterial de 2006, no hizo una simple figura. Con rábanos, material perecedero, capturó un momento perdurable en la psique oaxaqueña: la tensión, la resistencia simbolizada en el hombre con la bandera, la fuerza bruta de los camiones lanzando agua. En mi experiencia, este es el verdadero valor de la tradición: su capacidad para no ser estática. Nos enseña que el arte popular, cuando es auténtico, no teme abordar la complejidad. No es solo técnica impecable; es valor para plasmar, incluso en un medio efímero, los episodios que nos definen. Lecciones como esta no se encuentran en manuales, se respiran en el Zócalo entre el olor a tierra húmeda y la concentración silenciosa de quienes tallan la historia con sus propias manos.

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