La PAOT rescata perros pero deja que el ruido y el cemento devoren la ciudad

En un alarde de eficiencia digno de los anales del absurdo, la Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial (PAOT) presentó su informe anual, donde con orgullo patológico anunció que el 79.5% de sus denuncias fueron por maltrato animal. ¡Qué alivio saber que mientras la ciudad se derrumba en cemento y decibelios, ellos priorizan salvar a Fido y Misifú! Recuperaron 273 perros, ocho gatos y dos caballos, porque nada dice “justicia ambiental” como ignorar que el aire es irrespirable y los árboles caen como fichas de dominó.

Las construcciones ilegales, esas cicatrices de concreto que mutilan el paisaje urbano, merecieron la contundente acción de… ¡34 suspensiones! Temblad, especuladores inmobiliarios, porque la burocracia ha hablado (y luego se ha tomado un cafecito interinstitucional). Mientras tanto, 18 establecimientos —incluyendo una fábrica de cocinas que martillaba el tímpano— fueron amonestados por contaminación acústica. ¿El truco? Multarlos hasta que aprendan a hacer ruido discretamente, como los políticos en sesiones secretas.

La joya de la corona fue el heroico rescate de “Eugenio”, un fresno de 30 metros que casi sucumbe ante la avaricia urbanística. Tras meses de mesas de diálogo (y probablemente facturas), se logró lo imposible: convencer a los dueños de que un árbol vale más que otro departamento de lujo. ¡Milagro! Aunque, claro, siete de sus compañeros vegetales no tuvieron tanta suerte. Pero quién cuenta los árboles cuando hay perritos que salvar, ¿verdad?

Así opera la maquinaria verde de la CDMX: lenta como un trámite, incongruente como un discurso oficial, y tan efectiva como un extinguidor en el infierno. Pero tranquilos ciudadanos, la PAOT vigila… cuando no está ocupada redactando informes para justificar su existencia.