La paradoja del empleo en México: una mirada desde la experiencia
En mis años analizando la economía mexicana, he aprendido que las cifras brutas rara vez cuentan la historia completa. El reciente reporte del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) sobre el tercer trimestre de 2025 ilustra perfectamente esta complejidad. Según los datos oficiales, se generaron 92 mil 689 empleos entre julio y septiembre, pero esta aparente buena noticia esconde una realidad más matizada que solo la experiencia permite desentrañar.
Lo que verdaderamente llama la atención, y aquí recuerdo situaciones similares de trimestres anteriores, es que el número de desempleados aumentó en 145.6 mil personas. La tasa de desocupación escaló de 2.66% a 2.89% de la Población Económicamente Activa (PEA). Esta aparente contradicción se explica por el incremento de 238.3 mil personas que se incorporaron al mercado laboral en busca de oportunidades. He visto este fenómeno repetirse: cuando la población económicamente activa crece más rápido que la generación de empleo de calidad, las cifras positivas pueden resultar engañosas.
La lección más valiosa que he aprendido es distinguir entre cantidad y calidad en materia de empleo. Mientras la informalidad laboral aumentó en 401 mil puestos, alcanzando 32 millones 990 mil plazas (el 55.4% de la población ocupada), el sector formal experimentó una preocupante contracción de 308.5 mil plazas. Esta divergencia entre las cifras del Inegi y los registros del IMSS nos recuerda que, en la práctica, el empleo formal e informal siguen dinámicas distintas, algo que los analistas noveles suelen pasar por alto.
La transformación sectorial del empleo mexicano
Al examinar el comportamiento por sectores, observamos patrones que confirman tendencias estructurales que he documentado a lo largo de mi carrera. Los servicios perdieron 133.5 mil empleos, con recortes particularmente severos en servicios profesionales, financieros y corporativos (-137 mil plazas) y en servicios sociales (-117.2 mil). Estas cifras reflejan una lección dura: incluso sectores considerados estables pueden experimentar volatilidad en tiempos de transición económica.
Por contraste, el sector agropecuario generó 173.7 mil puestos y el industrial 89.7 mil. En el detalle, las actividades que mostraron mayor resiliencia fueron restaurantes y servicios de alojamiento (+82.9 mil plazas), la industria manufacturera (+67.7 mil) y el comercio (+62.1 mil). Esta distribución nos enseña que, en la práctica, la recuperación del empleo no es homogénea y depende de múltiples factores estructurales y coyunturales.
La realidad detrás de las cifras: población fuera del mercado laboral
Un indicador que siempre examino con atención es la Población No Económicamente Activa, que aumentó en 214.9 mil personas. Dentro de este grupo, aquellos disponibles para trabajar si hubiera oportunidades crecieron en 155.5 mil. Esta cifra, que muchos pasan por alto, representa lo que en economía laboral llamamos “desaliento laboral potencial” – personas que no buscan activamente empleo pero que tomarían un trabajo si se presentara la oportunidad correcta. En mi experiencia, este indicador suele ser un termómetro más sensible del malestar en el mercado laboral que la tasa de desempleo oficial.
Reflexionando sobre estas cifras, comprendo que el verdadero desafío no es solo crear empleos, sino generar ocupaciones de calidad que ofrezcan seguridad social, perspectivas de crecimiento y salarios dignos. Las estadísticas del tercer trimestre de 2025 nos muestran un mercado laboral en transformación, donde la informalidad gana terreno mientras sectores clave se contraen. Solo entendiendo estas dinámicas complejas podremos diseñar políticas efectivas que respondan a las realidades del trabajador mexicano.


















