La peregrinación burocrática en tiempos de diluvio

La Suma Sacerdotisa del Presupuesto Infinito en su peregrinaje por las tierras anegadas de Pinal de Amoles.

En un acto de devoción cuasi-religiosa, la Gran Administradora de la Esperanza Oficial, Claudia Sheinbaum Pardo, ha emprendido su sagrada peregrinación por los territorios devastados por el monzón mexicano. Su misión: bendecir con su presencia los lodazales y demostrar que el erario público, esa entidad mitológica, existe y es más que suficiente para contener la furia de los cielos.

Desde su púlpito digital, la Jefa del Ejecutivo proclamó el nuevo evangelio: Hay presupuesto suficiente, una frase mágica destinada a secar ríos, reconstruir puentes y, de paso, cualquier escepticismo ciudadano. En la liturgia cotidiana conocida como La mañanera del pueblo, desveló el meticuloso plan de la caravana gubernamental: una gira triunfal por Querétaro, Hidalgo, San Luis Potosí y el norte de Veracruz, porque ninguna tragedia natural debe quedar sin su correspondiente sesión fotográfica de solidaridad.

He aquí la revelación suprema: el Gobierno de la Cuarta Transformación tiene destinada una cifra astronómica de más de 19 mil millones de pesos para luchar contra las inclemencias del tiempo. Una cantidad tan colosal que, sin duda, asustaría hasta al más furioso de los huracanes. De este tesoro faraónico, ya se han desprendido cerca de 3 mil millones para aplacar la ira del huracán Erick en Guerrero y Oaxaca, en un acto de generosidad que seguramente dejó a los fenómenos meteorológicos profundamente consternados.

Pero el espectáculo de la beneficencia estatal no se detiene ahí. Una legión de 600 brigadas, compuesta por 3 mil servidores de la nación —una orden secular de misioneros laicos—, ha comenzado su sagrada cruzada puerta a puerta. Armados con formularios y una fe inquebrantable en el papeleo, estos apóstoles del censo prometen que los primeros apoyos llegarán… algún día de esta semana, o de la próxima, o cuando la burocracia, ese divino misterio, así lo decida.

Mientras tanto, el lema Saldremos adelante resuena en los valles inundados, un mantra tranquilizador que, como el arcoíris después del diluvio, nos recuerda que lo importante no es el agua que sube, sino la certeza de que los números en una cuenta bancaria gubernamental son, en teoría, más que suficientes.

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