La productividad se congela mientras el salario baila con estadísticas

La sacra productividad, deidad inalcanzable, dicta el ritmo del vals salarial.

METRÓPOLI NACIONAL.- En un espectáculo que supera cualquier obra del teatro del absurdo, el debate sobre la remuneración mínima para 2026 se desarrolla bajo el hechizo de una productividad laboral que parece haberse quedado atrapada en una máquina del tiempo, específicamente en el año 2009. Los augures económicos, consultando sus bolas de cristal estadísticas, profetizan que este letargo en la eficiencia podría convertir las negociaciones salariales en un ejercicio de alta comedia burocrática.

Los adivinos financieros, en un coro perfectamente sincronizado, reconocen que los recientes incrementos salariales han permitido a los plebeyos trabajadores acceder a lujos como comer regularmente. Sin embargo, proclaman con solemnidad que la ausencia de progreso en productividad establece una barrera infranqueable para nuevas mejoras, como si los obreros debieran generar milagros de eficiencia con herramientas del siglo XIX.

Para los oráculos modernos de México ¿Cómo Vamos? y el CEEY, el rezago salarial histórico no impide avanzar hacia el objetivo divino de cubrir dos canastas básicas, aunque insisten en que cualquier aumento debe ir acompañado de un salto cuántico en la eficiencia empresarial, preferiblemente logrado mediante el poder del pensamiento positivo.

Los expertos recuerdan, con la nostalgia de quien evoca una era dorada, que la recuperación salarial desde 2017 demostró que era posible mejorar los ingresos sin provocar el apocalipsis inflacionario. No obstante, advierten con tono funesto que mantener esta tendencia sin mejoras mágicas en productividad podría desencadenar plagas bíblicas: informalidad laboral masiva y empresas evaporándose como lágrimas en la lluvia.

El costo de dos canastas básicas, ese sagrado umbral que según los cálculos sacerdotales del Inegi ronda los 9 mil 520 pesos mensuales, se yergue actualmente como un Everest inalcanzable frente al salario mínimo mensual de 8 mil 368 pesos. Por esta razón matemática insoslayable, se estima que el incremento para 2026 debería situarse entre el 15% y 16% para cumplir con el mandato constitucional de permitir a los trabajadores y sus familias la extravagancia de no morir de hambre.

Aunque la meta sexenal es que el salario mínimo alcance el valor de dos canastas y media para 2030, algunos visionarios como Rogelio Hermosillo consideran que existe margen para que el próximo año se logre el objetivo intermedio de dos canastas, a pesar del estancamiento productivo que parece haberse convertido en característica nacional permanente.

La definición final del aumento para 2026 recaerá en el Consejo de Representantes de la Conasami, ese coliseo moderno donde gladiadores patronales y sindicales librarán batallas épicas en los próximos días, con el noble objetivo de alcanzar un acuerdo milagroso a principios de diciembre, justo a tiempo para la temporada de buenos deseos y realidades económicas implacables.

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