Una medida necesaria desde la perspectiva de la salud pública
Como alguien que ha visto evolucionar las estrategias de control del tabaco durante décadas, celebro la decisión de los legisladores de prohibir la producción y comercialización de vapeadores. La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo tiene razón al enfatizar el daño de estos dispositivos. He sido testigo de cómo, tras años de avances en la lucha contra el tabaquismo, surgió esta nueva amenaza, muchas veces disfrazada de “alternativa menos dañina”, una narrativa que recuerda dolorosamente a las tácticas de la industria tabacalera en el pasado.
Lecciones aprendidas: más allá de la nicotina
En mi experiencia, el mayor peligro reside en la percepción errónea de seguridad. Sheinbaum lo señaló en su conferencia en Palacio Nacional: la idea de que el vapeo es inofensivo es una falacia peligrosa. Los estudios, y la práctica clínica, muestran que estos dispositivos contienen un cóctel de sustancias tóxicas—desde partículas ultrafinas hasta saborizantes químicos— cuyos efectos a largo plazo aún estamos empezando a comprender. Por eso, incorporar esta prohibición en la Ley General de Salud no es un capricho, es una acción preventiva basada en el principio de precaución.
El desafío de la aplicación efectiva
Sin embargo, la teoría y la ley son solo el primer paso. La presidenta mencionó que la Secretaría de Salud debe organizarse para hacer efectiva la norma, y aquí yace el verdadero reto. He visto muchas regulaciones bienintencionadas fracasar por una fiscalización débil. Establecer sanciones claras, como las penas de prisión y las multas equivalentes a miles de Unidades de Medida y Actualización (UMA) aprobadas por la Cámara de Diputados, es crucial. Pero más crucial será la vigilancia en puntos de venta informales y en línea, donde frecuentemente florece este comercio.
Una reflexión final sobre la complejidad
La reforma al artículo 282 Quater, que prohíbe toda la cadena de suministro de estos sistemas electrónicos de administración de nicotina, es contundente. Nos enseña que, en materia de salud pública, las medias tintas suelen ser insuficientes. El camino no será fácil; habrá debate, resistencia y intentos de evasión. Pero, desde la trinchera de la experiencia, afirmo que proteger a las nuevas generaciones de una adicción encubierta con un aura tecnológica y de sabores, justifica plenamente esta decisión firme. El verdadero éxito se medirá en los próximos años, en las estadísticas de salud respiratoria y en la disuasión del consumo entre los jóvenes.













