La promesa cumplida en medio de la tragedia de Iztapalapa

La promesa cumplida en medio de la tragedia de Iztapalapa

Ciudad de México. En medio del caos y el fuego desatados por la explosión de una pipa de gas, un acto de humanidad trascendió la tragedia. Juan Antonio Hernández Betancourt, de 51 años, en sus últimos momentos de lucidez, le suplicó al oficial Alberto Paredes que salvaguardara su teléfono móvil y su cartera. Su petición desgarradora, un grito de identidad frente a lo inevitable, fue clara: “¡No quiero morir como un desconocido!”.

La solidaridad se mantiene viva con voluntarios llevando ayuda a los hospitales.

Rosa María, su esposa, relata la conexión final. Juan Antonio, repartidor de una empresa de tés, mantenía un protocolo de seguridad constante con su familia. Su última comunicación, una llamada a las 3:25 PM del miércoles, fue un testimonio digital de horror: “Señora, me estoy quemando, ya me llevó la chingada. Despídeme de todos”. La línea se cortó, silenciando para siempre su voz.

La búsqueda desesperada de Rosa la llevó al epicentro del siniestro. Tras sortear el perímetro de seguridad en una moto, identificó el vehículo calcinado de su esposo por sus botas y la puerta abierta. La confirmación final llegó en el Hospital General 53, a un kilómetro de distancia, donde pudo verlo por última vez.

La promesa hecha en el infierno fue honrada. El oficial Paredes, arriesgando su integridad, recuperó las pertenencias de Juan Antonio y contactó a la familia. En un gesto que fusiona el deber con la compasión, devolvió no solo objetos, sino la identidad de un hombre que temía ser solo una estadística.

En Santa María Aztahuacán, la comunidad llora la pérdida de un vecino solidario, mientras el recuento oficial de la Sedesa escalaba a 13 fallecidos, 40 hospitalizados y 30 altas médicas. Entre las víctimas se confirma la muerte de José Gabriel Hernández, de 17 años, estudiante del CECyT 7 del IPN, el segundo alumno politécnico que perece en este evento.

Esta narrativa, más allá de la cifra, se escribe con actos de valor cívico y una red de apoyo comunitario que florece en las cenizas, demostrando que incluso en la tragedia más obscura, la luz de la solidaridad humana persiste.

Reporte informativo / Ciudad de México

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