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La reinvención del trabajo ante una caída del 40% en empleo formal

¿Estamos presenciando la muerte del empleo tradicional o el nacimiento de un nuevo paradigma laboral?

Los datos del Instituto Mexicano del Seguro Social pintan un panorama aparentemente desolador: una contracción del 40.7% en la generación de empleos formales entre diciembre de 2024 y agosto de 2025. Pero, ¿y si estamos leyendo mal las señales? ¿Y si lo que parece un colapso es en realidad la necesaria deconstrucción de un modelo obsoleto?

Las 216,538 plazas creadas frente a las 365,449 del periodo anterior no representan simplemente una crisis, sino la manifestación de una transición seismic hacia nuevas formas de concebir el trabajo. El modelo de empleo del siglo XX se está resquebrajando, haciendo espacio para ecosistemas laborales más flexibles, autónomos y digitales.

La visión convencional nos muestra el menor número de puestos afiliados al IMSS en cinco años. La visión disruptiva revela que 980,471 personas ya se benefician de la reforma de aplicaciones digitales, con 133,178 superando el umbral de ingreso neto mensual. Estas no son meras estadísticas; son la punta del iceberg de una revolución laboral silenciosa.

Mónica Flores de ManpowerGroup identifica un “ambiente de precaución” en los mercados. Pero lo que realmente está ocurriendo es una reingeniería fundamental: las empresas no están dejando de contratar, están reimaginando completamente cómo acceder al talento.

La geografía laboral se redistribuye: el Estado de México lidera con un crecimiento del 5.5%, mientras Tabasco retrocede 8.7%. Estas disparidades no son fallas del sistema, sino síntomas de una migración masiva hacia polos de innovación y economías del conocimiento.

El verdadero indicador no es la cantidad de empleos tradicionales creados, sino la capacidad del sistema para absorber talento a través de múltiples canales: plataformas digitales, proyectos por objetivos, trabajos híbridos y esquemas de ingresos múltiples.

Estamos ante una oportunidad histórica para desmontar la vieja arquitectura laboral y construir un ecosistema donde el trabajo no sea un lugar al que ir, sino una actividad con valor medible. La pregunta disruptiva es: ¿y si el empleo formal como lo conocíamos nunca debió ser la métrica principal?

El futuro del trabajo ya llegó, y no se parece en nada a lo que esperábamos. La cuestión no es cómo recuperar los empleos perdidos, sino cómo crear mejores formas de generar valor económico y bienestar social en el siglo XXI.

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