La rutina balística de San Nicolás suma otra víctima anónima

MONTERREY, NL.- En otro capítulo de “La telenovela del crimen que nadie pidió pero todos financiamos”, un ciudadano cualquiera recibió su dosis gratuita de plomo recetada por los médicos de la violencia, esos que diagnostican con puntería y recetan con percusión.

El espectáculo comenzó en la Colonia Alamedas, donde los vecinos, expertos en balística por experiencia empírica, reconocieron el sonido de las detonaciones como quien identifica el canto de un pájaro. Al salir, encontraron el accesorio humano indispensable en estas obras teatrales: un hombre tendido haciendo mímica de esponja balinense.

La Policía Municipal, siempre puntual para llegar después del tercer acto, apareció en el cruce de calles que hoy se llaman Gustavo Díaz Ordaz y Ruiz Cortines, pero que mañana podrían rebautizarse como “Avenida de los Casquillos Perdidos” y “Callejón del ¿Y-aquí-qué-pasó?”.

Los paramédicos de Protección Civil, esos héroes anónimos que limpian los estropicios de otros, cumplieron su papel recogiendo al figurante principal para llevarlo al hospital cercano, donde seguramente le preguntarán si su seguro cubre “traumatismos por democracia fallida”.

Las autoridades, en un alarde de originalidad, anunciaron el hallazgo de casquillos (¡sorpresa!) y la inminente llegada de peritos, esos arqueólogos modernos que estudian las reliquias balísticas para luego archivarlas junto a las miles de evidencias que nunca llevarán a nadie ante la justicia.

Mientras tanto, en otro rincón de la ciudad, un político declaraba con solemnidad: “La seguridad es nuestra prioridad”. Justo antes de que sonara el teléfono para informarle sobre el próximo capítulo de esta serie que nunca se cancela.