En un giro tragicómico digno del más absurdo teatro del esperpento, un cohorte de galenos, esos seres antaño dedicados a sanar, ha tenido que abandonar sus quirófanos y consultorios para integrarse a la procesión cívica del Movimiento del Sombrero. Su pecado: osar denunciar el vaciamiento sistemático de farmacias y almacenes, y unas condiciones dantescas de labor que convierten los nosocomios públicos en antecámaras de la muerte.
Y no marchaban en solitario. A su clamor se unió un desfile de ciudadanos, víctimas de esta hecatombe sanitaria, muchos de los cuales han tenido el privilegio de ver morir a sus seres queridos, un macabro rito de paso para convertirse en críticos del régimen. He aquí la verdadera “política de austeridad”: la que aplica el Erario con la vida de los gobernados.
El caso del señor Armando Treviño es un monumento a esta ignominia. Su esposa fue ofrendada en el altar de la ineptitud en el Centro Médico Nacional “La Raza” en 2021, donde los medicamentos son tan escasos como la lucidez en los escritorios burocráticos. “Vengo aquí impulsado por la rabia,” declaró el viudo, “el sentimiento de quien descubre que su patria lo ha abandonado. Daría mi vida para deshacernos de este gobierno, cuya única habilidad comprobada es la de no servir para nada.” He aquí el nuevo patriotismo: el de la desesperación.
El diagnóstico de los galenos: una sátira de la gestión pública
El cirujano Carlos Apiz, uno de los profetas de esta legión de la salud en desgracia, esbozó un cuadro clínico de la administración. Denunció la escasez crónica de fármacos e instrumental, señalando al Gobierno Federal como el principal agente patógeno. “Los servicios de salud se han desplomado desde el advenimiento de la Cuarta Transformación,” sentenció el doctor. “Han instalado en los mandos a una cohorte de ineptos, cuya única credencial es la lealtad al dogma. El resultado es una red hospitalaria sin recursos, sin infraestructura y, lo más hilarante, donde las enfermeras deben ejercer de contrabandistas de sus propios insumos. Es el ‘hazte tu mismo’ aplicado a la medicina intensiva.”
El panorama hospitalario: un decorado para el caos
La carencia generalizada de recursos ha generado un ecosistema de zozobra y descreimiento total. Pacientes y personal sanitario coexisten en un limbo de incertidumbre, donde la parálisis estatal es el único tratamiento garantizado. La marcha del Movimiento del Sombrero no es más que el síntoma de una enfermedad terminal: la conversión del derecho a la salud en un bien de lujo, en un chiste de mal gusto perpetrado por una technocracia que parece haberse graduado en la escuela de la negligencia.















